La Capilla Sixtina ya se encuentra cerrada al público. Desde el 7 de mayo, acogerá un nuevo cónclave en el que 135 cardenales con derecho a voto elegirán al sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 26 de abril.
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El pontífice fue despedido en un multitudinario funeral celebrado en la plaza de San Pedro, tras el cual comenzó un periodo de luto de nueve días, requisito previo antes de iniciar formalmente el proceso de elección.
Aunque el cónclave podía haber comenzado el 5 de mayo, los cardenales decidieron retrasar el inicio para tener más tiempo de intercambio informal. Durante esos días, han mantenido reuniones con la presencia también de los cardenales mayores de 80 años —sin derecho a voto— con el objetivo de favorecer el consenso.
Un gesto que busca paliar el hecho de que muchos de los electores actuales apenas se conocen entre sí, ya que 108 de los 135 fueron designados por el propio Francisco, y 20 de ellos se incorporaron en diciembre pasado.
Una tradición sellada con humo
El proceso que ahora arranca sigue una tradición milenaria, que ha sobrevivido casi sin cambios a lo largo de los siglos. En cuanto se cierren las puertas de la Capilla Sixtina y se pronuncie el "extra omnes" —"todos fuera"—, el mundo estará pendiente de la señal más simbólica del Vaticano: el color del humo.
Cada papeleta será quemada tras la votación en una estufa especialmente preparada para generar una fumata blanca o negra. La negra indicará que no se ha alcanzado la mayoría de dos tercios necesaria para nombrar un nuevo pontífice; la blanca, que hay nuevo Papa. A ella se sumará el repique de campanas que confirmará la elección.
Antes de encerrarse, los cardenales desfilarán entre cánticos de la Letanía de los Santos, comprometiéndose en un juramento solemne a guardar secreto sobre todo lo que ocurra dentro. Mientras tanto, la Capilla Sixtina permanecerá vetada al público, sin que exista una fecha concreta para su reapertura.
El Vaticano no ha revelado cuánto podría prolongarse el cónclave, pero hasta que el humo blanco aparezca, el mundo seguirá mirando al cielo de Roma.
