Las madres merecen un reconocimiento diario, no una única fecha simbólica. Si no que se lo digan a Ada Keating, una mujer británica de 98 años que, a pesar de encontrarse en plenas condiciones para seguir siendo independiente, tomó la decisión de acompañar a su hijo Tom, de 80 años a la residencia en la que se encuentra, ya que este sí necesitaba mayores cuidados.
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Ada tuvo a Tom, su hijo mayor, con 18 años. Desde entonces, no se han separado. Tom, pintor y decorador, ha vivido siempre con su madre, y no se ha casado ni ha tenido hijos. Hace un año, sufrió varios problemas de salud que provocaron que necesitara una atención diaria que la madre no podía proporcionar debido a su edad. Por este motivo, Tom ingresó en Moss View, una residencia de Liverpool.
Ada siguió en su casa, pero no aguantó mucho tiempo sin su hijo. A los pocos meses, se presentó con las maletas en la puerta de la residencia. Desconocemos si había lista de espera y si se la saltó, pero a las pocas horas ya tenía una cama preparada en Moss View.
"Nunca se deja de ser madre"
Desde que Ada se instalara, madre e hijo han vuelto a ser uña y carne. Ven la tele juntos y pasan las horas haciéndose compañía mutuamente. "Nunca se deja de ser madre", comenta la anciana a Echo, un medio de Liverpool. Tom lo puede corroborar, ya que le sigue regañando como si de un adolescente se tratara: "A veces todavía me dice: '¡compórtate!'".
"Es conmovedor ver la relación tan cercana entre Tom y Ada, y estamos encantados de poder ayudar a ambos", señala Philip Daniels, uno de los trabajadores de Moss View. "Es muy raro ver a madres e hijos juntos en una misma residencia, y queremos que su estancia aquí sea lo más especial posible. Son inseparables".
