Confirmado por al ciencia. El nacimiento de un bebé siempre es una alegría en el seno de una familia. Los padres empiezan a plantearse un nuevo concepto de vida y las dudas surgen sobre la crianza y cómo será el retoño.
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Algunas cuestiones pueden resultar algo más superficiales, como el color de ojos, de pelo o de piel. Pero otras pueden también implicar gran curiosidad en los padres, como saber si el pequeño será o no inteligente.
La inteligencia se entiende, según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), como la capacidad de entender cuestiones, resolver problemas planteados y la comprensión de cualquier cuestión planteada.
Una cuestión de estas características puede tener factores muy diversos, entre los que se encuentra la herencia genética y los factores ambientales en los que se ha criado el menor. Pero también surgen las dudas sobre las implicaciones que puede tener el mes del año en el que nació el retoño. Según un artículo publicado en el portal Made for mum, basado en un estudio de Harvard, también tiene implicaciones.
Cuándo nacen los niños más inteligentes: los meses decisivos
El citado artículo indica que los bebés que nacen en los últimos meses del año, entre octubre y diciembre, podrían tener una ventaja respecto a cuestiones como la inteligencia o la creatividad. De este modo, suelen presentar puntuaciones más altas en pruebas de inteligencia y habilidades para la resolución de problemas.
De este modo, en comparación con el nacimiento en verano y otoño, los niños que llegan al mundo en invierno y primavera tienen alteraciones en los resultados físicos y neurocognitivos durante la infancia y niñez.
Así, los bebés nacidos en invierno y primavera obtienen puntuaciones significativamente más altas en la puntuación motora de Bayley a los ocho meses, en la prueba de bloques de Graham-Ernhart a los cuatro años, en la puntuación de rendimiento y total de la prueba de inteligencia de Wechsler a los siete años, aunque tuvieron puntuaciones significativamente más bajas en la prueba de Bender-Gestalt a los siete años.
Los investigadores siguieron a los niños durante siete años y descubrieron que los nacidos en el último trimestre obtenían frecuentemente puntuaciones más altas en pruebas de inteligencia, así como demostraban un mayor pensamiento creativo.
Entre los factores determinantes, se plantaba que ser los más jóvenes de la clase podría alentar a los menores a trabajar más duro para mantenerse al día, lo que supondría ganar en capacidad de decisión, adaptabilidad e imaginación.
En todo caso, los estudios científicos apuntan a que los niños más pequeños de la clase tienen una curva de adaptabilidad y pueden presentar a menudo puntuaciones más bajas en pruebas académicas o habilidades cognitivas como autocontrol o perseverancia.
Hay que tener en cuenta que los menores pueden realizar el citado esfuerzo adicional para cerrar brechas en el desempeño académico, pero puede ocurrir a expensas de otras cuestiones como el deporte, juego creativo o actividades sociales, que son fundamentales para la confianza emocional, independencia y creatividad.
