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El uso de la fumata blanca: el ritual que aún decide el futuro del Vaticano

La elección del Papa se comunica con un gesto medieval que aún paraliza al mundo digital: una chimenea, una voluta y el silencio.

El uso de la fumata blanca: el ritual que aún decide el futuro del Vaticano

En una plaza donde las cámaras lo graban todo y el 5G llega sin problemas, el anuncio más importante del Vaticano se sigue haciendo como hace siglos: con una columna de humo que se eleva desde el tejado de la Capilla Sixtina. Blanco, si hay Papa. Negro, si no. Ni vídeos, ni comunicados urgentes, ni pantallas gigantes. Solo un lenguaje de fuego que resiste al paso del tiempo y a la presión del presente.

Esta semana ha comenzado un nuevo cónclave, el proceso en el que los cardenales votan al próximo pontífice. Pero antes de que el mundo escuche el famoso "Habemus papam", todo empieza con una rutina hermética: teléfonos requisados, comunicaciones bloqueadas y 133 cardenales reunidos bajo juramento en la Sixtina, el mayor número en la historia.

Representan a 70 países y deberán alcanzar, al menos, 89 votos a favor de un mismo nombre. Si lo logran, el mundo lo sabrá en cuanto aparezca una voluta de humo blanco.

Un sistema rudimentario que tuvo que perfeccionarse

La fumata no es solo una metáfora, es una tecnología litúrgica. Durante siglos, las papeletas de las votaciones se quemaban solas, y el humo que salía era, muchas veces, poco claro. El caso más sonado fue en 1958, cuando una mezcla ambigua de tonos hizo pensar que había nuevo Papa... pero no.

Ilustración del Cónclave de 1878
Ilustración del Cónclave de 1878 CC

Desde entonces, el Vaticano utiliza una doble estufa y productos químicos —como perclorato de potasio, lactosa y resina de pino— para asegurar que el mensaje se entienda sin margen de error.

Mientras fuera todo se vive en directo, dentro del cónclave nada ha cambiado: se vota en papel, se cuenta a mano, se incinera, se espera. Y cuando por fin salga humo blanco, todo el siglo XXI se detendrá durante unos segundos. El rito es tan preciso como arcaico, pero funciona: en cuestión de minutos, el pasado volverá a tomar el mando de la historia.

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