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El futuro de Afganistán en un mundo multipolar: cómo encajará el nuevo régimen en el nuevo orden mundial

El resultado de Afganistán implica un impulso a China y Rusia, con intereses en la región y en expandir su influencia a nivel internacional.

El futuro de Afganistán en un mundo multipolar: cómo encajará el nuevo régimen en el nuevo orden mundial

La llegada de los talibanes al poder en Afganistán ha supuesto un cambio de paradigma más importante de lo que podría parecer a priori. El espejo de la caída de Saigón de 1975 quizás se quede corto, porque en este caso hay dos potencias que aprovechan el hueco dejado por Estados Unidos en el país asiático para reafirmarse en toda una región y afianzar su modelo a nivel internacional, pero respetando la autonomía de cada país.

China y Rusia tienen gran interés (y así lo consiguen manteniendo relaciones diplomáticas con el nuevo régimen) en independizar a Asia de la visión occidental, imponiendo su propio marco, basado en un orden más heterogéneo (tribal en Afganistán, autoritario en China) y diferenciado de la consigna liberal que intenta imponer occidente desde la II Guerra Mundial.

Ambos países, además, se erigen como los grandes líderes del polo contrario a Estados Unidos, así como referentes en la región. A ellos se recurrirá cuando un país quiera desprenderse de Washington para cualquier asunto. Rusia y especialmente China también acceden a recursos, como el preciado suelo afgano, lleno de minerales y poco explotado hasta la fecha. De hecho, China es experta en expandir sus tentáculos (en África, por ejemplo, construye vínculos a través de la construcción de infraestructuras baratas, entre otras actuaciones, que son las que verdaderamente terminan vertebrando un país). Además, China necesita controlar a los uigures en su territorio (una minoría musulmana a la que oprime) y necesita que Afganistán no se convierta en un campo de entrenamiento para ellos: como aliado, se garantiza que no sucederá.

En cuanto a Rusia, Putin consigue otro aliado, buscando más poder en la región de Oriente Medio, aquel fetiche de Estados Unidos y Rusia, donde Moscú tiene grandes aliados como Teherán, Bagdad o Damasco. Controlando toda la región, se asegura acceso a recursos como el petróleo y una salida estratégica al Mediterráneo, entre otros aspectos. Afganistán en particular sirve, además, como una especie de bisagra que le une a China en su entente internacional por intereses comunes, en un estado proclive a ser paria internacional y que dependerá enormemente de ambos países, lo que sitúa al nuevo régimen de Kabul en debilidad a la hora de negociar si no quiere un aislamiento total.

La debilidad de Estados Unidos

Si China y Rusia se consolidan como líderes de su propio bloque, reconociendo la heterogeneidad de su propio continente; Estados Unidos muestra una clara posición de retroceso en el mundo internacional y, también, en el polo liberal.

El país norteamericano se ha mostrado como un socio poco fiable, puesto que no ha sido capaz de coordinar una respuesta eficaz en su salida de Afganistán y ni siquiera ha evacuado a todos sus colaboradores, lo que dificultará sus próximas misiones en el extranjero (que todo el mundo descarta en un futuro próximo).

Todo ello se suma a las reflexiones que han comenzado a surgir, aunque tímidamente, en Bruselas, donde se ha planteado la necesidad de contemplar un ejército comunitario que actúe como Unión Europea en este tipo de actuaciones. Es bien sabido que a EE.UU. no le interesó nunca una UE fuerte, y esta fragmentación en definitiva de su bloque le debilita y supone un retroceso internacional.

Estados Unidos ha perdido terreno progresivamente como referente internacional, algo que se ha agravado con la especie de aislamiento que impuso la presidencia de Donald Trump. Joe Biden intenta recuperar terreno, pero la humillación vivida en Afganistán, la desconfianza de sus socios tradicionales y la reorganización vivida en el seno de la UE pueden ser una estocada en el medio plazo, aunque Estados Unidos tiene mucho por perder.

Lo sucedido hasta la fecha en Afganistán solo beneficia a China y Rusia, por su gestión de la crisis. Ambos países se erigen como líderes frente a Occidente, en definitiva, los líderes de un polo mundial que representa una afrenta al orden liberal.

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