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Casi que prefiero pagar 8 euros y dejarme de Fiesta del Cine

Las salas se abarrotan de gente, lo que deriva en inconvenientes como más ruido y distracciones. ¿Se ha perdido el hábito de ir al cine o unos pocos nos hemos acostumbrado a estar solos en la sala?

Como buen aficionado, cuando comenzó la Fiesta del Cine el martes tuve una sensación parecida a la de Navidades o la del último día de cole. ¡Todas las pelis a 2,90, qué chollo! Por fin podría ver todas esas películas que había ido atrasando últimamente. La idea de pegarme tres días de cine intensivo me gusta, además, lo he disfrutado en festivales como Zinemaldia o la Berlinale y es una dinámica que engancha.

He de aclarar que hace bien poco volví de Alemania después de estar dos años viviendo allí, por lo que no había conocido la Fiesta del Cine en todo su esplendor, ya que fue en 2013 cuando, al cambiar el sistema de acreditación, pegó el petardazo y se decidió desdoblarla en dos ediciones anuales. Después llegaría 'Ocho apellidos vascos' para consolidar su éxito, pero antes de 2013 había vivido varias fiestas del cine y nunca con tanto éxito.

Así pues, el martes me fui con unos amigos al centro de Madrid a ver 'The Martian' y me encontré una sala a rebosar, algo que en principio me alegró. "Mira qué bien, por fin la gente vuelve al cine", les comenté. La alegría me duraría poco, concretamente hasta que se apagaron las luces. Haciendo gala de una de nuestras tradiciones más arraigadas, la gente llegaba tarde, y eso que había habido ración de anuncios previos. No me lo podía creer, la película empezando y no veía más que cabezas levantándose para dejar pasar a los tardones. ¡Pecado capital! ¡Esta gente no se va a enterar de nada! ¡Así no hay quien se meta en la película!

La Fiesta del Cine ha vuelto a llenar las salas, algo bueno... ¿o no?
"La Fiesta del Cine ha vuelto a llenar las salas, algo bueno... ¿o no?"

"Bueno, relájate, paciencia, quizás estás siendo maniático. Seguro que en cuanto la peli arranque van a quedar todos atrapados y reinará la paz". Los intentos para tranquilizarme a mí mismo fueron inútiles. Ya habían transcurrido los primeros minutos, la película había planteado ya su premisa inicial, pero la gente continuaba hablando. "¿Pero por qué no se callan? ¿Por qué ese chaval está comentando tan alto la película? Y sobre todo, ¿cómo es posible que la chica que tengo al lado pueda estar abrazando a su novio e hincándome el codo en la barriga al mismo tiempo?". Demasiadas distracciones para sumergirme en la película, llamadme corto. Para rematar, suena un móvil. ¡Un móvil! Cosas que pasan, a todos se nos puede olvidar apagarlo (porque DEBERÍAIS apagarlo)... pero no respondáis la llamada, por Dios. Pues sí, el señor nos sacó de las aventuras de Matt Damon para escuchar su conversación por teléfono, que no consistió en un "estoy en el cine, luego te llamo", sino que hubo cruces de "¿cómo estás?" y "yo bien, gracias, en el cine".

El señor nos sacó de las aventuras de Matt Damon para escuchar su conversación por teléfono, que no consistió en un "estoy en el cine, luego te llamo", sino que hubo cruces de "¿cómo estás?" y "yo bien, gracias, en el cine"

En fin, es 'The Martian', no es ninguna obra de arte gafapasta, es normal que la gente esté un poco más distendida. Tratando de convencerme de ello, ayer por la noche volví a la Fiesta del Cine. Elegí 'Truman' y uno de los pocos cines que quedan de los de toda la vida, pequeñito. En principio, el lugar y el tipo de público eran diferentes y no tenía por qué repetirse la escenita del día anterior. Iluso de mí. Para empezar, las colas colapsaron la entrada y todos los pasillos y no había manera de moverse. Cuando nacieron estos cines, los de toda la vida, solo tenían una o dos salas, pero la reconversión a multisalas les ha hecho sacrificar mucho espacio de la entrada porque, total, ya no había tanta afluencia. 

Unos 20-25 minutos después de que se abrieran las puertas, la peli comenzaba. Y LA GENTE SEGUÍA ENTRANDO A LA SALA. ¡Otra vez gente que llega tarde! ¡Pero que alguien cierre la puerta ya! No fui el único en pensarlo, ya que una señora, una valiente de las que ya no quedan, de esas que dicen en voz alta lo que todos pensamos (una habilidad que solo se alcanza con la sabiduría de la edad) y que se convierte sin saberlo en tu máxima aliada en las situaciones más extremas, exclamó: "¡A ver si llegamos antes!". Olé señora, olé. Pues ni una señora decidida amilanó a quienes entraban tarde y, de hecho, un chaval orgulloso le soltó un "cállese, señora".

Lo molesta que resulta la gente en el cine

Vamos a ver, que 'Truman' es una película de diálogos, estense callados señores. La banda sonora se vio animada por plásticos de caramelos y papeles de gente comiendo en la sala. Y eso, a alguien que en el silencio del cine acostumbra a abrir su bolsa de gominolas con la delicadeza de una cirugía a corazón abierto, le resulta molesto. La señora debió pensar lo mismo, porque se volvió a quejar en voz alta ("¡ya vale con los papelitos!"), pero nada. De nuevo, unos hablando, otros comiendo, el móvil sonando, la otra mirando la pantalla, con lo que molesta el brillo cuando todo está a oscuras, y la de al lado volviéndome a hincar el codo en la barriga. ¡Pero si mi cuerpo solo ocupa medio asiento! ¡Y qué hace ese señor tosiendo! ¡Que alguien le de uno de esos caramelos que no paráis de abrir!

Ya que mis compañeros de sala eran de naturaleza ruidosa, podían haber aplaudido al terminar semejante peliculón, como se hacía antes (¡qué tiempos!). Pero no, la cinta acaba, la gente se levanta (esa costumbre alemana de quedarse a oscuras viendo los créditos de quienes han trabajado en la película no se estila aquí) y lo más agradecido que escuchas es "¡pues para ser española está bien!". ¡Acabáramos!

¿Nos hemos desacostumbrado demasiado a ir al cine?

Bromas aparte, tras estas dos experiencias, y aunque seguramente esta noche volveré, me planteé si no prefería ir al cine pagando 8 euros a cambio de disfrutar con tranquilidad. Y sobre todo, me planteé quién era realmente el culpable y el que estuviese adoptando una actitud equivocada, si el resto de los espectadores o yo.

Ahora parece que la gente empieza a revalorizar el ir al cine, pero durante años de sequía muchos hemos llegado a ver películas con tan solo dos o tres personas más en la sala. ¿Nos hemos acostumbrado unos a esa tranquilidad y otros han perdido el hábito de ir al cine, estar en silencio y respetar a los demás espectadores, y en última instancia el trabajo de los que han hecho posible la película?

¿Nos hemos acostumbrado algunos a estar solos en la sala?
"¿Nos hemos acostumbrado algunos a estar solos en la sala?"

Al fin y al cabo, si a alguien no le molesta ver una película grabada en el cine, con sonido infame y siluetas pasando ante la cámara, por qué le iba a molestar la vocecilla del espectador de atrás. Si alguien se acostumbra a ver películas y capítulos de series de tres en tres, como churros, comentándolas tranquilamente con su colega en el salón, por qué iba a valorar el silencio y la experiencia de sumergirse en la inmensidad de una pantalla grande. Si nos calzan diez minutos de anuncios en una película por la tele, cómo nos va a molestar entrar a la sala con la peli empezada.

Quizás, tras haber sufrido tanto maltrato por parte de un sector político y social que sigue considerando que el cine son tetas por doquier y solo vive de las subvenciones, la gente ha perdido el respeto que el séptimo arte merece

Celebré y mucho el éxito de la iniciativa y que, gracias a él, los dueños de las salas se replanteasen los precios de las sesiones e instaurasen los 'Miércoles de Cine' con entradas en torno a los 4,50 euros. Francia nos ha enseñado que el hábito de ir al cine es algo a lo que uno se acostumbra y aprende a disfrutar, pero para atraer al grueso del público no se le puede asfixiar con entradas que superen los 10 euros.

Ante todo, defiendo que la cultura debe ser accesible para todos y no debe ser un entretenimiento elitista, pero debemos valorarla. El cine es cultura y debe ser tratado como tal. Quizás, tras haber sufrido tanto maltrato por parte de un sector político y social que sigue considerando que el cine son tetas por doquier y solo vive de las subvenciones, la gente ha perdido el respeto que el séptimo arte merece. Confiemos en que iniciativas como la Fiesta del Cine vuelvan a acercar a la gente a las salas en el día a día. Quizás, y solo quizás, dentro de cinco Fiestas del Cine podamos decir que el hábito se ha instaurado, que la gente ha vuelto a ir al cine con normalidad, ha vuelto a valorarlo como una experiencia que va más allá de ver la película y ha vuelto a respetarlo. El cine es una gran fuente cultural con la que aprender mucho de una sociedad y con la que reflejar la imagen de un país. Querámoslo.

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