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El efecto inverso de Putin: por qué su amenaza de invadir a Ucrania ha fortalecido a la OTAN

La OTAN resurge tras años de crisis: la hipotética incorporación de Finlandia a raíz de esta crisis podría ser el gran quebradero de cabeza del presidente ruso.

El efecto inverso de Putin: por qué su amenaza de invadir a Ucrania ha fortalecido a la OTAN

Rusia mantiene el pulso sobre Ucrania y el riesgo de una invasión del país sigue presente. El Kremlin busca consolidar la salida al Mar Negro que obtuvo con la anexión de Crimea y, además, recuperar la influencia que mantuvo en el pasado en el este de Europa, frente a los aliados occidentales de la OTAN que ve demasiado cerca de su territorio.

En cierta medida, también recuperar el 'escudo territorial' que mantuvo durante la URSS con el resto de países satélites que incorporó a su territorio. Su influencia en Bielorrusia y con Ucrania bajo su órbita, le proporciona una frontera más sólida con la OTAN e introducir sus tentáculos en el corazón de Europa.

Sin embargo, la agresividad que ha mostrado el presidente ruso en esta afrenta está consiguiendo una especie de efecto rebote. Mientras que los ucranianos se levantan para combatir la invasión (que está lejos de una estrategia que haga atractiva Rusia para sus vecinos y, con ello, generar un clima de opinión favorable para Moscú), la OTAN ha tomado fuerza tras pasar un largo período de debilidad.

Hay que tener en cuenta el proceso que arrastraba la Alianza Atlántica. La humillante retirada de las tropas en Afganistán se sumaba a los cuatro años de desplantes protagonizados por Donald Trump. De hecho, el presidente francés, Emmanuel Macron, llegó a asegurar que la OTAN se encontraba en "muerte cerebral".

Sin embargo, la afrenta de Moscú ha servido como revulsivo para que la Alianza vuelva a tomar fuerza. La cohesión que se ha mostrado en la necesidad de responder a este hecho (más activa que la adoptada en 2014), a pesar de las diferencias que han surgido en el grupo sobre cómo dar una respuesta; se unen al incremento en el apoyo de Suecia y Finlandia a la hora de ingresar, ahora sí, en la OTAN.

Finlandia ya mostró sus intenciones, en plena escalada de la tensión en la zona, en los discursos de Año Nuevo que protagonizaron el presidente Sauli Niinistö y la primera ministra Sanna Marin. En el caso sueco, el gobierno socialdemócrata descarta por ahora el ingreso, pero el Parlamento aprobó el pasado mes de diciembre una declaración a su favor (el Gobierno no tiene mayoría en la Cámara), pero simplemente con valor simbólico, puesto que este tipo de reformas requieren amplias mayorías y necesitarían el apoyo del partido en el Ejecutivo.

El caso finlandés, un país con frontera terrestre con Rusia y con apoyo gubernamental a la incorporación a la OTAN, puede suponer un gran quebradero de cabeza para Putin, la muestra de que sus movimientos en Ucrania podrían tener unos costes muy altos para sus intereses.

La afrenta del Kremlin en Ucrania, en definitiva, está cohesionando a los miembros de la Alianza Atlántica y, a su vez, generando estados de opinión en países que hasta ahora se habían mantenido al margen para incorporarse al grupo. Un factor que impulsa al bloque occidental y debilita a Rusia, que se mantiene en su propia alianza, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que solo engloba a seis miembros de su órbita: Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y la propia Rusia.

La UE mira hacia la OTAN, pero con el debate sobre la necesidad de conseguir autonomía estratégica

La crisis de Ucrania, por tanto, ha fortalecido la alianza de la Unión Europea con Estados Unidos y el resto de sus socios a la hora de encarar cuestiones tan importantes como la Defensa. No solo en el tema ucraniano, sino a la hora de encarar otros retos como el aumento de ataques cibernéticos, la lucha contra el terrorismo o el ascenso imparable de China.

Sin embargo, existe una dependencia de Estados Unidos, cuyos intereses no son exactamente iguales a los de los miembros de la UE. De hecho, Washington prioriza con mayor interés otros puntos, como la situación de Asia y el ascenso de China, su gran rival a nivel internacional.

La UE, por otro lado, tiene retos particulares, como la lucha contra el yihadismo en el Sahel, que no son prioritarios para Estados Unidos y que necesitan de una respuesta propia de la UE. Una alianza propia que esté presente en sus retos y que, además, sea capaz de colaborar con Washington cuando sea necesario. Un debate que ha tomado relevancia desde la caída de Afganistán y la crisis para evacuar a nacionales y colaboradores, que evidenció la enorme dependencia de Bruselas respecto a Estados Unidos en materia militar.

Por el momento, la UE tiene únicamente los EU Battlegroups, dos batallones de emergencia de 1.500 soldados cada uno que nunca han sido desplegados. Siempre hay uno activo con el objetivo de responder a cualquier crisis o amenaza y se rotan semestralmente. España, de hecho, liderará el contingente del segundo semestre de 2022.

Estos batallones pueden ser el germen de ese ejército europeo sobre el que ya ponen el foco las máximas autoridades del Viejo Continente, en especial la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, que llamó el pasado mes de septiembre a la "voluntad política" para impulsar su creación.

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