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¿Se está convirtiendo El Salvador en una dictadura? El controvertido papel de Nayib Bukele

Bukele llegó con un discurso crítico con Venezuela y la promesa de combatir a las 'maras', pero su mandato le ha acercado a los gobiernos más autoritarios de la región.

¿Se está convirtiendo El Salvador en una dictadura? El controvertido papel de Nayib Bukele

La problemática de las pandillas en El Salvador no es nueva y le ha llevado en varias ocasiones a liderar la lista de países más peligrosos del mundo ante los altos índices de homicidios relacionados con las 'maras'. Se trata de grupos criminales que degradan la calidad de vida de la mayoría de comunidades salvadoreñas vulnerables a base de extorsiones, secuestros, agresiones sexuales, robos y asesinatos.

Ante el grave problema que representan estos grupos, su combate frontal por parte de las instituciones se ha convertido en una auténtica prioridad por parte de las autoridades y, por tanto, en una tradicional promesa de campaña. Pero un paso por el que han optado muchos políticos, las negociaciones por las pandillas para integrar a sus miembros a la vida civil, ha supuesto un escándalo que se ha cobrado la carrera de varios partidos y candidatos políticos.

Junto con esta vía diplomática, los sucesivos Gobiernos de El Salvador han optado por planes de seguridad, que implicaban el despliegue de carros blindados, armamento de guerra y chalecos antibalas para capturar masivamente a los presuntos pandilleros y así reducir sus actividades. Pero, según denuncian las organizaciones para la defensa de los derechos humanos, el ímpetu en la lucha contra estas pandillas ha llevado a cometer violaciones contra derechos fundamentales de algunos ciudadanos inocentes que son confundidos en las acusaciones policiales.

Nayib Bukele, en el poder desde 2019 (llegó con 38 años), tenía una clara fórmula: acercarse a los jóvenes con un discurso cercano a los millenials y una política contundente frente a las 'maras'. Pero lejos de un bisturí que ataque posibles causas de la delincuencia como la pobreza o la marginación, Bukele ha optado nuevamente por la 'brocha gorda', en su versión más dura, hasta el punto de decretar un régimen de excepción en el país que le ha valido una alerta de la ONU.

"Estamos profundamente preocupados por la serie de medidas introducidas recientemente en El Salvador en respuesta al aumento de los asesinatos de pandillas", dijo la portavoz de la alta comisionada, Liz Throsell, en una nota de prensa difundida desde Ginebra.

Dicho estado de excepción se aprobó en el Congreso, que controla junto a sus aliados, y que implica restringir libertades civiles y ampliar poderes de la policía, como respuesta a una ola de 87 homicidios ocurridos entre el pasado 25 y 27 de marzo. Throssell asegura que con este estado de excepción, las fuerzas del orden han entrado en las zonas de las pandillas y "según informes [...] recurrieron a un uso innecesario y excesivo de la fuerza".

"Reconocemos los desafíos que plantea la violencia de las pandillas en El Salvador y el deber del Estado de garantizar la seguridad y la justicia. Sin embargo, es imperativo que esto se haga de conformidad con el derecho internacional de los derechos humanos", añadió para recordar algunas penas, como el incremento de 9 a 45 años de cárcel por pertenecer a una 'mara', o el endurecimiento del Código Penal para niños que cometen delitos siendo parte de una pandilla.

Este régimen de excepción ha recibido grandes críticas al ser considerado como un parche que no ataca el problema en su raíz y que, incluso, da pie al presidente para socavar los pilares democráticos en El Salvador. De hecho, este último punto ha puesto en alerta a muchos analistas por un asunto: el cambio de discurso que se aprecia respecto a sus antecesores.

Nayib Bukele, a diferencia de sus antecesores, responde a los cuestionamientos de las instancias defensoras de los Derechos Humanos, señala directamente a estas organizaciones y las llega a acusar de defender el crimen organizado en su el país que preside.

Ataques a ONG, defensores de derechos humanos y periodistas

Desde la llegada de Nayib Bukele al poder, su retórica ha sido especialmente crítica contra aquellos contrapoderes que son básicos en el funcionamiento de cualquier sistema democrático mínimamente saludable: "Su maquinaria propagandística se ha encargado de desprestigiar, hostigar, estigmatizar a periodistas y defensores de derechos humanos que han denunciado abusos por parte de su Gobierno", declara el investigador sénior de la División de las Américas de Human Rights Watch, Juan Pappier, a DW.

Muchos integrantes de las organizaciones de Derechos Humanos denuncian que esta política de hostigamiento se está traduciendo en una dificultad para ayudar a las personas más vulnerables, hasta el punto de que se está convirtiendo con el paso del tiempo en una tarea cada vez más peligrosa.

Nayib Bukele, presidente de El Salvador
Nayib Bukele, presidente de El Salvador GTres

De hecho, el Gobierno intenta instalar una narrativa en la que quienes defienden los derechos humanos son 'enemigos del Gobierno', lo que se ha materializado en situaciones de acoso y amenazas contra voluntarios que trabajan sobre el terreno.

El Gobierno de Bukele ha utilizado su ley contra las pandillas para incluir todo tipo de ambigüedades en las que perfectamente podría perseguir, por ejemplo, a periodistas críticos con su labor gubernamental. Su capacidad para absorber poder en todo tipo de instituciones también ha dificultado que quienes reciben acoso y hostigamiento encuentren un mecanismo sólido de protección.

El giro: de criticar a Venezuela o Nicaragua a alinearse con Rusia y China

Nayib Bukele ha sido especialmente crítico en el pasado con los gobiernos autoritarios de America Latina y se ha erigido como un candidato que intentaba conectar con la generación 'millenial', que intentaba dar una respuesta diferente a los problemas.

Cuando llegó al poder, declaró una 'guerra diplomática' contra Nicolás Maduro y reconoció a Juan Guaidó como el entonces presidente interino del país caribeño. Lo mismo dijo del presidente de Nicaragua en enero de 2019. Incluso llegó a catalogar a China como dictadura y afirmó que, en caso de tener relaciones amistosas, sería para tener "respeto mutuo" y no hablar de "dinero o inversión". De China llegó a decir: "Desarrollan proyectos que no son factibles, dejan a los países con una deuda enorme que no se puede pagar y usan eso como apalancamiento financiero".

Mucho ha cambiado todo con el tiempo. Bukele ahora se siente más cercano a los aliados tradicionales de Venezuela y Nicaragua. De hecho, ha culpado a Estados Unidos de la invasión de Rusia en Ucrania. Su discurso en contra de Estados Unidos ha crecido con el paso del tiempo, teniendo en cuenta que Washington contaba con El Salvador como uno de sus principales aliados en la región.

Los constantes problemas en los que Joe Biden ha denunciado la política "autoritaria" de Bukele han hecho que el presidente salvadoreño haya girado su política internacional. Uno de los nuevos amigos, por supuesto, es China, de quien ha conseguido un millonario presupuesto para construir un estadio de fútbol que recibirá al menos 50.000 espectadores.

Bukele terminó este acercamiento con China llegando a preguntarse en Twitter lo siguiente: "¿Quién es tu amigo? ¿El que te da un estadio, una biblioteca, un centro de convenciones, un muelle y una planta potabilizadora de agua; o el que te pone en listas, te sanciona y financia a tus opositores?".

Por su parte, la embajadora china en El Salvador, Ou Jianhong, también destacó las relaciones entre ambos países: "Hoy es el tercer día de la fiesta de primavera del año del tigre [...] que simboliza la valentía, la fuerza y el éxito [...] hoy también cumple el tercer aniversario la victoria del presidente Nayib Bukele en las elecciones presidenciales", dijo Ou el pasado 3 de febrero.

En cuanto a Rusia, Bukele ha hecho lo posible por alinearse con el Kremlin, aceptando ayudas en términos financieros, científicos, educativos, además de la llegada de lotes de Sputnik V, la vacuna contra el coronavirus desarrollada por Moscú.

El tiempo, sin embargo, ha demostrado que ha seguido la misma hoja de ruta que los gobiernos que tanto criticó en público en el pasado, atacando a organizaciones y periodistas que cuestionan o reportan algunos de los abusos que comete desde el poder.

Bajo el paraguas de la lucha contra las pandillas, El Salvador cada día se sumerge en un liderazgo más similar a Venezuela o Nicaragua, en el que destaca el autoritarismo y la diversidad política no destaca, precisamente, por su presencia.

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