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Estrategia en tiempos de pandemia: ¿Qué esconde el veto del PP y ERC al estado de alarma?

PP y ERC se han opuesto a la prórroga del estado de alarma: ¿Se trata de una estrategia política? ¿Qué esconde este cambio? Lo analizamos.

Estrategia en tiempos de pandemia: ¿Qué esconde el veto del PP y ERC al estado de alarma?

"A día de hoy no podemos apoyar la prórroga del estado de alarma, no tiene ningún sentido hacerlo". Estas declaraciones de Pablo Casado, pronunciadas en una entrevista emitida en Onda Cero, sorprendieron a propios y extraños por la ruptura brusca del apoyo a los decretos que había mostrado la formación conservadora.

Poco después de los populares, ERC también se subió al carro (en este caso pasando de la abstención al 'no'), argumentando que el estado de alarma supone "un 155 encubierto" y abogando en contra de la recentralización de competencias.

La negativa de ambos partidos deja al Gobierno con las manos atadas en plena fase de desescalada y cruzando los dedos para que se dé la siguiente carambola: que PNV y Ciudadanos traguen saliva para que el primero se abstenga y el segundo apoye el decreto. Sin embargo, con el principal partido de la oposición votando en contra, el estado de alarma pierde, cuanto menos, cierta cuota de legitimidad parlamentaria en la que debería sustentarse una medida de estas características.

¿Qué pretenden el PP y ERC con estas medidas? ¿Se trata de una estrategia electoralista o simplemente consideran que el estado de alarma no es la herramienta indispensable para organizar una desescalada en la que, quizás, vayan a darse pasos atrás?

Vamos a analizar por qué esta negativa a apoyar la prórroga beneficia a PP y ERC. Que es lo que, quizás, puedan estar buscando en estos movimientos no exentos de polémica en una situación límite como la actual.

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El PP parece dirigirse a una estrategia de desgaste del Gobierno en mitad de la crisis económica, la revisión de la pandemia y la merma de apoyos de los nacionalistas al Gobierno por las elecciones vascas y catalanas
"El PP parece dirigirse a una estrategia de desgaste del Gobierno en mitad de la crisis económica, la revisión de la pandemia y la merma de apoyos de los nacionalistas al Gobierno por las elecciones vascas y catalanas"

La negativa de Pablo Casado es la más relevante, puesto que aleja a líder de la oposición de la estrategia de desescalada nacional, en unas siglas que reunieron a más de 5 millones de votantes durante los últimos comicios.

El líder del PP, sin embargo, puede tomarse este distanciamiento como la primera piedra de la estrategia de desgaste que ya plantea de cara al resto de legislatura. Porque ahora se avecina una especie de 'tormenta perfecta' para los contrarios a Pedro Sánchez: crisis económica, revisión de la gestión de la pandemia y elecciones catalanas y vascas, donde los socios del presidente exhibirán un perfil duro para no ser tachados de conversos que podría deteriorar los cimientos del Ejecutivo.

El PP quiere distanciarse por completo de todo lo que haya sucedido para erigirse como el mirlo blanco que no tuvo responsabilidad, pero que hubiera salvado vidas de haber estado en el poder. Falta conocer las propuestas alternativas al estado de alarma, aunque Casado parece optar en un primer momento por la Ley de Salud, quizás demasiado pequeña para el reto que se espera en las próximas semanas.

Dentro de esa estrategia de desgaste del Gobierno también se quiere levantar la sombra de la duda sobre los verdaderos intereses del Gobierno en materia de libertades. En esta vía, por ejemplo, se encuentra el recurso de inconstitucionalidad a la presencia del vicepresidente Pablo Iglesias en el CNI que el partido presentó a finales de marzo.

El PP quiere extender la idea de que el estado de alarma se puede usar por parte del Gobierno para restringir libertades y avanzar hacia un modelo similar al de Venezuela. O el de la Hungría de Víktor Orban, a la que defienden en el Parlamento Europeo cuando sus colegas hacen una reprobación al recorte de libertades.

Una teoría que incluso ha incluido bulos como el siguiente de Alvise Pérez, muy próximo a PP y VOX, que han compartido algunos de sus mensajes (no, la siguiente campaña atribuida al Gobierno no es real: se trata de un montaje que Alvise Pérez ha subido a su web, tampoco se va a encarcelar a nadie durante cinco años por criticar al Gobierno).

Con ello, los populares intentarían jugar la estrategia: apoyé en los peores meses, pero después no iba a continuar con un estado de alarma que iba dirigido a dinamitar la democracia. Todo, además, con una polarización con la que los populares pretenden esconder a VOX bajo su espalda, después de que la ultraderecha haya llevado la delantera; aunque el riesgo de mimetización y pérdida de un electorado moderado se acrecienta.

A pesar de todo, esta opción de desvincularse del Gobierno también supone un arma de doble filo. Pedro Sánchez, a partir de ahora, también se ve con las manos libres para cargar cualquier tipo de responsabilidad sobre lo que suceda a quien bloqueó la principal baza del Ejecutivo para dirigir al país a una 'nueva normalidad'. Si todo falla... ¿de qué ha servido confinar a la población durante más de 50 días hundiendo una economía que se veía en pleno crecimiento el pasado mes de enero? En función del mensaje que cale en los votantes, el futuro político puede ser impredecible.

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ERC necesita confrontar con el estado en plena carrera electoral a la Generalitat y con las relaciones rotas con Junts per Catalunya
"ERC necesita confrontar con el estado en plena carrera electoral a la Generalitat y con las relaciones rotas con Junts per Catalunya"

La situación en ERC depende en gran medida de las próximas elecciones catalanas, actualmente prorrogadas 'sine die', pero donde los republicanos confían en convertirse en la primera fuerza política de Cataluña o, en su defecto, elaborar un tripartito con PSC y los comunes que les lleve a la presidencia.

El sector posconvergente, ahora unificado bajo las siglas Junts per Catalunya, juega el papel tradicional de los conversos: han pasado de un autonomismo, a un independentismo puro, propio de esencias, en el que llaman a ERC (día sí, día también), "traidores" por sostener al actual Ejecutivo en la Moncloa y permitir la centralización que contempla el estado de alarma (frente a la que se han abstenido).

No hay que olvidar que, además, Junts per Catalunya tiene una política económica o fiscal mucho más próxima al PP, en cuanto a formación liberal que defiende una baja intervención pública en la economía, algo que ha desgajado el gobierno catalán durante los últimos meses.

Alejándose del Gobierno, ERC (que siempre ha apoyado la independencia, incluso cuando solo daba un 10% de los votos) pretende desmontar las críticas del independentismo más duro. Confiando, además, que dará un toque de atención al Gobierno para que sea consciente de la dependencia de sus votos, sí, pero sin dejarlo caer.

Al igual que sucede en el anterior caso, ERC también juega con un arma de doble filo que se puede volver en su contra. Primero, porque los virajes constantes no suelen gustar en el votante medio, que prefiere discursos y acciones coherentes antes que optar por un partido que defiende la responsabilidad institucional los lunes y el lema "ni un paso atrás" los viernes. Tampoco si ERC quiere jugar la vía 'peneuvista' en la que no colisiona con Moncloa, sino que colabora a cambio de desmontar el Estado en su territorio para construir sobre sus cimientos una estructura cada vez más grande, que haga viable la independencia a medio plazo.

La situación para ERC es complicada, mucho más que para el PNV, cuya victoria parece asegurada, en parte, por la debilidad de sus rivales y la larga lista de aciertos mirados desde el prisma de sus intereses particulares. La política catalana, como la nacional, es muy volátil (que se lo digan a Ciudadanos) y cualquier paso en falso puede ser fatal.

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