Resulta difícil de creer, pero ha sucedido. Si Jesucristo resucitó al tercer día, una anciana de Galicia lo ha hecho al décimo dejando a todos estupefactos. No es para menos, y es que la familia de la señora incluso celebró su entierro para despedirla. La sorpresa ha sido mayúscula.
Es la historia de Rogelia, una mujer de 85 años que usuaria de la residencia San Bartolomeu de Xove, en Lugo. El pasado 28 de diciembre contrajo el coronavirus, por lo que al día siguiente, junto a otros diez compañeros, fue trasladada a otro geriátrico, Os Gozos de Pereiro de Aguiar, en Orense. Allí, la Fundación San Rosendo, que gestiona ambos centros gallegos, tiene una planta aislada donde trasladan a los contagiados de Covid para poder atenderlos cumpliendo las medidas.
El día 13 de enero, el centro notificó a la familia que Rogelia había muerto a causa de complicaciones derivadas de la Covid-19. El entierro se celebró al día siguiente, pero los protocolos de la pandemia obligaron a que el ataúd permaneciese cerrado, por lo que los familiares no llegaron a ver el cuerpo sin vida de Rogelia... y es que no era ella.
Diez días después del entierro, Rogelia, que seguía en el centro de Ourense, dio negativo en la prueba PCR, por lo que la trasladaron a su residencia habitual de Lugo, donde también se encuentra su marido, que estaba asumiendo la reciente pérdida de su esposa cuando de pronto regresó con vida.
Error de indentificación
"Tras superar el coronavirus, Rogelia volvió a su residencia cuando toda su familia la daba por muerta"
Todo el malentendido de trató de "un error de identificación", según ha explicado la Fundación San Rosendo. Al parecer, durante el traslado del grupo de ancianos de una residencia a otra, se cambiaron los archivos de dos de las ancianas que compartían habitación: Rogelia y Conchita. Fue la segunda la que falleció por coronavirus, pero por el error de identificación, dieron por muerta a la primera.
Inmediatamente la Fundación informó del error a la familia de Rogelia lamentado "profundamente el incidente". Hicieron lo mismo con los seres queridos de Conchita, la fallecida, para que pudieran despedirse de ella.
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