Tras años de polémicas, vetos y discriminación hacia el colectivo LGTB, los Boy Scouts de Estados Unidos rectifican: en pleno 2017 han decidido finalmente que los menores trans -término que engloba a aquellas personas cuya identidad de género, en principio, no concuerda con la expresión de género impuesta-, puedan inscribirse dentro de la organización. Se levanta con esta medida un veto que duraba ya más de un siglo.
En 2013 la organización dejó de vetar a los niños homosexuales, a los monitores en 2015
La normativa ha sido anunciada por el director ejecutivo de la organización, Michael Surbaugh, que ha asegurado en un videomensaje que en el momento de la inscripción se dejará de pedir el certificado de nacimiento y se aceptará únicamente el sexo con el que los padres han registrado a sus hijos.
"Nos hemos dado cuenta, tras semanas de discusiones, que tomar el certificado de nacimiento como punto de referencia ya no es suficiente", ha asegurado Surbaugh, que recuerda que "las comunidades y las leyes estatales están interpretando la identidad de género de manera diferente a como lo hacían en el pasado".
En definitiva, era el momento de modernizar una organización que había sido continuamente catalogada de homófoba y transfoba por su exclusión de todos los colectivos que no cumpliesen con las reglas tradicionales. Hay que tener en cuenta que, hasta 2013, cualquier niño que asegurase ser homosexual era inmediatamente excluido de la organización, algo que se mantuvo en el caso de los monitores hasta 2015.
Por el momento, no todos los colectivos se han mostrado a favor de la medida. La Iglesia de Jesucritos de los Santos de los Últimos Días, los mormones, han asegurado sentirse "profundamente contrariados" por este cambio.
Las consecuecias de la transfobia
El colectivo trans cuenta aún con múltiples barreras con las que enfrentarse. Según la Fundación Daniela, que se encarga de ayudar a menores transexuales, el 90% de los alumnos son víctimas de acoso escolar, solo el 49% cuenta con apoyo familiar y solo el 20% se sienten realmente integrados en la comunidad.
Todo ello, lleva a que el riesgo de suicidio en este colectivo se multiplique hasta en ocho veces, seis en el caso de la depresión. O que tengan el doble de posibilidades de caer en el consumo de drogas. La transfobia es aún una realidad que, en 2017, sigue cobrándose nuevas víctimas.
