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Música

Kase.O se quita el chandal: Javier Ibarra lanza su primer álbum en solitario

Javier Ibarra de Violadores del Verso se dispone a lanzar su primer álbum de larga duración.

Kase.O lanza 'Repartiendo Arte', adelanto de su muy esperado primer trabajo en solitario. Me pregunto, ¿sigue en forma el adolescente que revolucionó el rap patrio hace un par de décadas?

1 El mito del rap español

Fidel tomó La Habana a la misma edad a la que murió Cristo. Y, pese a su juventud, logró imponerse a todos los politicastros de partidos tradicionales -como el Ortodoxo, en el que él mismo militó- que durante la década anterior se habían opuesto al régimen de Batista. ¿Cómo pudo? Fácil, el poder del mito: la autoridad que da el esconderse en la Sierra Maestra; el fugarse a nado tras el fracaso de la invasión de Cayo Confites, en la República Dominicana; el dictar desde la cárcel su discurso de "La historia me absolverá". Cuando alguien siembra su biografía temprana con ese hálito legendario puede permitirse casi todo.

Guardando las distancias, eso le ocurre a Kase.O. Aunque hoy muchos ya no sostendrían que él es el mejor MC de España -algunos de sus competidores han llevado una carrera frenética mientras que Violadores del Verso, su nave nodriza, se tomó con calma el tema de los discos-, lo cierto es que, si sumas a su superlativa capacidad técnica la mitología que lleva rodeándole desde los trece años, ningún MC está cerca de disputarle el cetro. Es la misma razón por la que el 'Illmatic' de Nas pasará a la Historia por encima del imperio Roc-A-Fella de Jay-Z.

2 Una carrera revolucionaria

Un niño zaragozano que en los primeros 90 se encerraba a grabar canciones en el baño de sus padres y, por la calidad de sus casettes, acabó dando conciertos por toda la península; los dos mayores hits del hip hop patrio de un artista en solitario ('Mierda' y 'Ballantines', publicados en su maxi de 1999) grabados por un post-adolescente con voz de anochecer en la radio; la calidad lírica que Sabina solo pudo alcanzar en CD tras muchos ripios en vinilo; y antes de los veinticinco. Si el astro zaragozano hubiera decidido desaparecer del mapa sonoro hace una década, hoy sería un espectro revolucionario cuyas frases se recortarían en el inconsciente; del mismo modo que el retrato del Che en la Plaza de la Revolución.

Muchos de sus rivales se envalentonaron sacando CDs a granel -hasta se atrevieron con el autotune, los muy ilusos; como bastardos de Kanye West- mientras pensaban que Kase.O, Javier Ibarra, languidecía de tour en tour con su banda de jazz. Como un dictador de alma caduca cebado de los halagos de su público, marchitado por triunfo sempiterno en chándal, confiado por el apoyo de las repúblicas bolivarianas y de espaldas a la ortodoxia que había profesado en sus tiempos mozos. Tal vez sí, se había dormido en la cumbre: el debut en solitario que llevaba casi dos décadas prometiendo -lo cual es inaudito en alguien de treinta y cinco- parecía dispuesto a quedarse en un limbo de obras no compuestas.

3 Un trabajo muy esperado

Cuando su grupo anunció hace más de un lustro que había llegado el momento de disolverse para repartir referencias en solitario, se planteó la duda. ¿Para cuándo Kase.O? Así llovieron los inviernos y los trabajos de sus compañeros; mientras tanto, él parecía dispuesto a no encamarse con su estilo, el rap hardcore; se atrincheró en un nuevo estandarte, Jazz Magnetism -una formación instrumental-, que salpicó la geografía española con actuaciones: se resistía a ofrecer nuevo material lírico; sólo refritos de sus antiguas letras sobre una base jazzística. En esta dinámica, en 2011 nos regaló un CD bajo la etiqueta de Jazz Magnetism. Aunque es considerado por muchos como su álbum debut, no hemos de engañarnos: no lo es. En su mayoría, las letras son revisiones de temas menos conocidos de su carrera, como su colaboración con el grupo de rock maño Frutas y Verduras -yo mismo la rebautizé siendo un chaval con su título actual, 'Domingos de cal'-. Aunque medios mainstream, como El País, alabaron el trabajo, para los más dogmáticos seguidores del rap no era algo laudable. Podía llamar la atención, por supuesto; como una visita de Juan Pablo II a La Habana o un compadreo de Raúl Castro con Obama en el funeral de Mandela. Pero no un hito a enmarcar.

Para este entonces yo ya me había desengañado de la Revolución. Sospechaba que bajo su nombre se habían cometido tropelías, que tal vez no tenía sentido la resignación ante el aislamiento, que la mafia de Miami (¿Pitbull?) no era tan deleznable..., como consecuencia, dejé de escuchar rap español -salvo escasas referencias de algunos selectos, como Hablando en Plata-, y me vendí a la profusión yankee, en una nueva edad dorada gracias a la generación de Kendrick Lamar y Drake. Y, ¿por qué no reconocerlo? También me desencanté de la militante escrupulosidad y sospeché que la radio fórmula convencional no era tan detestable.

4 Echarse de nuevo al monte

Todo cambió cuando, hace un puñado de semanas, Javier Ibarra decidió quitarse el adidas, enfundarse de nuevo el polvoriento uniforme militar y colgarse el fusil a la espalda; se echaba a la sierra: era hora de retomar su cruzada. Lanzó un nuevo maxi, 'Repartiendo arte'. Esta vez sí, parecía certero el advenimiento del anhelado larga duración de Hardcore -así lo profetiza el single-; ¿la calidad de las nuevas canciones? Sobresaliente. Kase.O nunca ha ofrecido nada mediocre. Es más, 'Repartiendo Arte' nos presenta a un señor de treinta y cinco años que declama con vigorosidad de adolescente, llevando al paredón a tantos y tantos imitadores. Más allá de abrazar discursos obvios o lamentable panfleteo político -que sus colegas esgrimen sin tener ni idea de lo que hablan-, Kase.O se atreve a disertar sobre el cosmos, sobre la metafísica de la creación..., o simplemente rapea enmarcado en los esquemas más simples, retrotrayéndose a una resonancia ochentera que, más allá de resultar un burdo ejercicio de nostálgica -como el que algunos de sus compañeros de generación intentaron hacer-, le sirve para reafirmar su supremacía acompañado de una leyenda de la época de Reagan, PMD. En definitiva, es Kase.O en estado puro, cien por cien crudo. Un suculento adelanto que nos hace sospechar que el orden establecido está al borde del colapso; que las paredes del Habana Hilton, del Riviera y del Tropicana se vuelven a tambalear.

De estirar la simetría revolucionaria a este nuevo capítulo musical, habría que incurrir en política ficción; y no tendría mucho sentido: a nadie se le puede ocurrir que Fidel cambie el chándal por los galones, arríe un barco y se lance a la invasión de la Florida. De hecho, no existen precedentes en la historia de las revoluciones que ilustren lo que supondrá el álbum debut de Kase.O a estas alturas de su carrera -con su mitología bien fermentada; un régimen bruñido sin gulags ni pogromos que lo enturbien-. Prepárense para la gloria: el pequeño dictador se dispone a abatir el imperio yanqui.

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