El atentado que ha terminado con la vida de Daria Dugina ha provocado abierto un cisma en plena invasión de Ucrania. La víctima es hija de Alexander Dugin, un ideólogo ultranacionalista empleado por el Kremlin que precisamente Putin utilizó para dar forma ideológica a la asonada militar que mantiene en su país vecino.
Pero, a pesar de que Dugin ha sido empleado retóricamente, la influencia real a nivel práctico en la toma de decisiones ha sido prácticamente inexistente. En 2015, el propio Dugin confesó a 'Christian Science Monitor' que la toma de decisiones del Kremlin le resultaba "oscura" incluso para él. "Nadie, ni siquiera los altos funcionarios, saben con certeza a quién o qué está escuchando Putin", dijo. "Cualquier cosa que alguien te diga sobre cómo Putin decide las cosas es desinformación o un error".
A pesar de todo, Dugin ha sido cercano a Vladímir Putin y ha mantenido el acercamiento de Rusia hacia las posiciones más ultranacionalistas y ultraconservadoras. Tanto él como su hija defendían los mismos ideales: un estado ruso autoritario, acabar con cualquier oposición interna y combatir por completo a los considerados enemigos, especialmente el Occidente liberal.
Esa cercanía que padre e hija han mantenido al presidente, sin embargo, se han roto en cierta medida con la invasión de Ucrania. Siguiendo el mantra de los círculos ultranacionalistas, Dugin había criticado al Kremlin por haber sido, a su juicio, demasiado blando en la invasión de Ucrania. A ello se une su hija, Dugina, que habría sido muy crítica con el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, que se ha situado en el foco de algunas críticas por los ataques ucranianos en Crimea, y al que habría pedido ser más duro contra el enemigo.
Lo cierto es que este atentado ha servido para crispar los ánimos más acérrimos de los ultranacionalistas, que ahora piden guerra total contra Ucrania, el bombardeo de Kiev y el descabezamiento del gobierno de Zelenski. Dugina ha sido convertida en una mártir por el Kremlin, que en menos de 48 horas ha encontrado a la culpable del atentado, la ciudadana ucraniana Natalia Vovk. Además, la muerte de Duguina podría servir como revulsivo para que la declaración, por ejemplo, de un estado de guerra (y una mayor movilización de recursos y efectivos), tuviese un menor coste político para Vladímir Putin.
Natalia Vovk llegó a Rusia el 23 de julio, se mudó al bloque de apartamentos de su víctima para hacer seguimientos y acudió al festival nacionalista el sábado antes del ataque, según el FSB. Luego, Dugina fue seguida en un vehículo Mini Cooper (coche poco habitual en Rusia), al que se cambió las matrículas tres veces, y desde ese coche se hizo explotar a distancia el explosivo. La acusada habría huido rápidamente hacia Estonia.
No todos se creen esa versión, especialmente porque es muy complicado que Ucrania tenga capacidad de operar como servicio secreto a ese nivel en Rusia, cuando generalmente Rusia sí suele actuar al contrario. Además, el hecho de haber asesinado a un objetivo como Dugin o su hija, meramente simbólico, hacen pensar que tiene demasiado de simbólico para los elevados riesgos que representaba una operación de alto riesgo para un servicio secreto de un país, ya sea Ucrania, o cualquier otra nación extranjera.
Con todo ello, tampoco faltan otros detalles, como la larga lista de enemigos que guardaban los Dugin a sus espaldas. La invasión de Ucrania ha roto la baraja, puesto que antes este tipo de acciones obligaban a rendir cuentas ante el régimen, pero en el contexto actual, con un gobierno ocupado en rendir cuenta en la campaña militar y las sanciones, hace que muchos clanes intenten buscar hasta dónde llegan los límites.
Debilidad o falta de límites
Los ajustes de cuentas también se están produciendo y este caso no tendría por qué descartarse. Si así sucediera, implicará que el país enfrenta una debilidad en estos momentos, al igual que si Ucrania o cualquier potencia occidental estiuviera detrás. Si Putin lo ha ejecutado, en todo caso, mostraría hasta qué punto está dispuesto a llegar.
En todo caso, esta situación obliga a Ucrania a adoptar una nueva posición. El Kremlin podría utilizar el atentado para endurecer su campaña militar y declarar el estado de guerra que tanto pospone Putin, sobre todo, ante el temor de que pueda acarrearle un coste político a nivel interno.
La muerte de una figura política que puede utilizar como mártir y el señalamiento a Ucrania como villano, a pesar de que se trata de un país que lleva invadiendo desde febrero, puede ser utilizado como referente para acrecentar la invasión. En un sistema de medios completamente vertical como el ruso, la propaganda puede utilizar este hecho como punto de inflexión, algo que se podrá comprobar en los próximos días.
