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Política

Podemos ante el espejo: el ocaso de un partido que un día significó esperanza

Ante la crisis que atraviesa, la formación morada ha de dar credibilidad a su mensaje para recuperar la ilusión de la izquierda.

Es sobradamente conocido que alabar sin medida, aplaudir sin limites, susurrar al oído las bondades y encapsular al líder, es un pack que, casi inevitablemente, lleva al precipicio a una formación política y, por supuesto, al propio líder, ya convertido en mesías.

Con estas palabras podríamos resumir lo que le ha sucedido a Pablo Iglesias en poco más de cuatro años. Llegó a la cúspide a la misma velocidad que se vio en la base de la pirámide de popularidad, medida en estos tiempos por las apariciones en tertulias televisivas y retuits. El joven líder revolucionario que puño en alto, melena desaliñada y oratoria envidiable ganaba votos con tan solo estar, ahora resta hasta cuando disfruta de la baja por paternidad.

Empieza a instalarse en la cúpula de Podemos un pensamiento parecido al de Manrique, cuando en unos de sus versos más celebres nos dijo, "cualquier tiempo pasado fue mejor"; el genio literario lamentaba el fallecimiento de su padre, los morados languidecen al ver las encuestas y, algo más fiable todavía, la reacción de la gente.

El partido de la esperaza

Podemos llegó dispuesto a regenerar la política
"Podemos llegó dispuesto a regenerar la política"

Podemos supo canalizar el descontento social existente, motivado, principalmente, por dos factores: la crisis económica y la crisis de reputación y credibilidad de la clase política. Ellos, expertos en política, profesores universitarios, jóvenes entusiastas, indignados como todos los que acamparon en Sol, hartos del sistema - establishment- y miembros del 'pueblo' frente a la 'casta', se erigieron en líderes indiscutibles de ese voto de protestas que, al final, no ha sabido ser un voto de propuestas.

Podemos era - o al menos eso decían- un partido transversal, capaz de aglutinar el voto joven y mayor, obrero y cualificado, rural y urbano, una izquierda imparable frente a los restos de un PSOE cerrado por descomposición, fruto de los últimos años de Zapatero y los sucesivos sainetes para elegir al nuevo líder; pero no solo era un partido transversal, sino que también era un partido joven, para ser más exactos, un movimiento social convertido en partido político para, desde las instituciones, articular las reformas que, entendían, eran necesarias para desmontar un sistema podrido desde sus raíces; ellos no eran lo mismo que los de la vieja política, se desgañitaron diciéndolo y el mensaje caló en lo más profundo de más de cinco millones de españoles.

La realidad

Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados
"Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados"

Como decíamos antes, el voto de protesta, una vez traducido en escaños en el Congreso, no se convirtió en voto de propuesta, sino que siguieron basando su estrategia en una potente, admirada y envidiada estrategia de comunicación política, con mensajes claros, concisos y directos, enfocados en los problemas más básicos y primarios de una patria que necesitaba certidumbre ante tanta zozobra. Pero se olvidaron -o tal vez nunca lo fueron- de lo más importante, mantener todo eso una vez eres parte de las instituciones, estar en ellas pero no ser establishment, seguir siendo pueblo aunque te rodees de casta, mirarte ante el espejo y seguir pareciendo uno más de los que acampaban en Sol, pero de eso, ya no quedaba nada.

El partido cogió los mismos vicios que los que conformaban la vieja política, ya no había círculos de Podemos en Sol, en Cuenca o en Las Hurdes, sino que su sede estaba en Madrid, tenían un organigrama piramidal perfectamente definido y su líder, el líder, era el que decidía, hacía y deshacía a su antojo lo que Podemos debía y tenía que ser.

La descomposición

Pablo Iglesias, en el centro, junto a Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Luis Alegre y Carolina Bescansa
"Pablo Iglesias, en el centro, junto a Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Luis Alegre y Carolina Bescansa"

Así llegamos a Vistalegre II, cuando empieza a descomponerse el partido de la esperanza. Unos se convierten en desertores, otros son apartados al estilo soviético y, los menos desafortunados, enviados a empresas donde el foco mediático no fuese tan potente, el líder no quería sombras a su alrededor.

Así, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Luis Alegre y Juan Carlos Monedero, todos ellos fundadores del partido morado, desaparecieron de la foto, tan solo quedaban los fieles y sumisos seguidores del líder. La fuga de talento y talante no fue el único problema, también empezaba a flaquear la comunicación política -no olvidemos el tramabus, la campaña de acoso y derribo de #ÍñigoAsíNo o la más reciente, el cartel que anuncia la vuelta del líder con un potente mensaje "VUELVE", destacando en otro color "ÉL"-, todo esto unos días antes del Día de la Mujer, en plena vorágine de efervescencia feminista, y cuando Irene Montero, líder interina, había anunciado que "pronto" Podemos tendrá otro líder, "será una mujer"

Iglesias se enfrentó, tras la compra de su chalet en Galapagar, a una votación interna para saber si los inscritos seguían confiando en él, como no puede ser de otra manera, ganó; pero hay matices, pues por primera vez desde la fundación de la formación, un tercio de los votantes rechazaron su liderazgo.

En estos momentos, el mensaje es muy disperso, los objetivos no están definidos, las estrategias carecen de potencia y atractivo político y, para colmo, ha aparecido competencia en el espacio ideológico que hay entre ellos y el PSOE, Más Madrid. La plataforma liderada por Errejón, y creada, amadrinada y bendecida por Manuela Carmena, aspira a consumar el trasvase de votos -más que previsible- provenientes de la formación morada. Podemos ya no compite con un PSOE ausente, el de 2014, sino con un PSOE en La Moncloa, y ahora son ellos los que han sufrido dramáticas rupturas; en la actualidad no tienen un contrincante sino dos, potentes ambos, probablemente, mucho más que la formación morada.

Enfrentando al futuro

Pablo Iglesias e Irene Montero
"Pablo Iglesias e Irene Montero"

En unos días reaparecerá Iglesias en la Plaza del Reina Sofía, lugar simbólico para Podemos porque ahí celebraron sus resultados electorales, y podremos ver si, como creen en la formación, su creatividad, ingenio, carisma y oratoria son suficiente para despertar y atraer a los muchos votantes que se dejaron por el camino; para eso tendrán que dar credibilidad al mensaje, volver a la arena social en la que nacieron, no rechazar pactos con Más Madrid -ni desprestigiar el potentísimo tándem Errejón-Carmena-, articular una estrategia que renueve el partido -en cinco años ha envejecido tanto como otros en 40-, no renunciar a la defensa de España y de su Historia, -porque al votante, ya sea de izquierdas o de derechas, le importa su país, sin importar el nombre que se le dé: España, nación, patria..., y su Historia, sea contada de una u otra forma-  y, lo más importante, que los hechos guarden concordancia con las palabras, para volver a tener la credibilidad que fueron perdiendo por el camino.

Cuando la demoscopia dice que los del puño y la rosa aventajan en más de 20 puntos a los morados, parece que queda muy lejos el sorpasso que pudo ser y no fue en 2015, pero lo que más irritará a la cúpula de Podemos es ver que VOX está por delante de ellos, que los de Santiago Abascal siguen creciendo mientras ellos son incapaces de frenar sus pérdidas. 

Pablo Iglesias vuÉLve, nadie duda que arengará a las masas, se reinventará, será capaz de articular una nueva propuesta y revitalizará Podemos, lo único que no sabemos es si estará en circunstancia de gritar aquel viejo lema "SÍ SE PUEDE", sin que otros repliquen aquello de "porque cuando pudiste, no quisiste, y ahora que quieres, ya no puedes".

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