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Política

¿Qué intenciones hay tras los Pactos de la Moncloa? ¿Hay una respuesta mejor?

El Gobierno y la oposición no se ponen de acuerdo para unos Pactos de la Moncloa en mitad de la crisis del coronavirus.

¿Qué intenciones hay tras los Pactos de la Moncloa? ¿Hay una respuesta mejor?

El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ofreció en sede parlamentaria la reedición de los Pactos de la Moncloa para hacer frente a la crisis desatada por la pandemia del COVID-19. Hasta aquí nada extraño, es más, estábamos ante un gesto de grandeza del Presidente, que, consciente de la tormenta que vendrá tras las oscuras nubes que ahora recorren nuestro país, tendía la mano a los demás partidos para superar unidos la dramática situación.

Las alarmas saltaron cuando la portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, Adriana Lastra, empezó a arremeter contra el principal partido de la oposición, no porque fuese verdad o mentira lo que expuso desde la tribuna de oradores, sino por la profunda disonancia que había entre el discurso de su jefe de filas y el suyo; un discurso pensado para el aplauso del militante fiel pero no para el pacto con las demás sensibilidades políticas.

Todo lo que ha pasado en días posteriores podría salir en un manual que recogiese lo que no se debe hacer en comunicación política ni en gestión de crisis, pues anunciar una reunión entre el Presidente del Gobierno y el líder del principal partido de la oposición sin que este último tuviese constancia de ello es, simple y llanamente, un error de primero de primaria.

Ahora bien, ¿de verdad la intención de Sánchez es reeditar unos pactos tan ambiciosos como los de la Moncloa o, por el contrario, tan solo fue un anuncio grandilocuente con pretensiones espurias? Si hurgamos en el trasfondo de este anuncio a priori bienintencionado, pronto empezamos a descubrir que hay intereses ocultos que escapan al bien general. El gobierno sabe que es absolutamente imposible llegar a un acuerdo de ese tipo en este momento pero, es más, ¿acaso es necesario? No.

Los Pactos de la Moncloa de 1977

Pactos de la Moncloa de 1977
"Pactos de la Moncloa de 1977"

Los Pactos de la Moncloa fueron dos acuerdos necesarios para que, tras largos años de dictadura franquista, la democracia se asentara en nuestro país; las instituciones no existían o, si existían, no gozaban de legitimidad democrática; la economía no dejaba de amenazar el futuro político que se abría ante el fallecimiento del dictador; y los derechos sociales estaban aún por conquistar, habiendo sido todo ese tiempo tan solo una aspiración ciudadana segada por el cruel régimen franquista.

Con esta situación, un gobierno en minoría parlamentaria, unas Cortes constituyentes y unos partidos entregados al bien general y no al electoral, sí eran necesarios y posibles estos pactos, que fueron apoyados por la UCD de Adolfo Suárez, el PSOE de Felipe González, la Alianza Popular de Manuel Fraga y el Partido Comunista de Santiago Carrillo, además de por sindicatos, a excepción de la extinta CNT. Entenderán que aquellos momentos eran diferentes y, sobre todo, que aquellos líderes estaban hechos de otra pasta, que sus sentimientos eran diferentes y sus aspiraciones, en ese momento, no iban mucho más allá de conseguir la tan ansiada libertad y paz social.

Estos pactos posibilitaron la redacción, aprobación y el refrendo popular de la Constitución española de 1978, la cual recoge los mecanismos necesarios para superar la crisis del coronavirus y las que, como daños colaterales, estén por venir. Así, volvamos a la propuesta que Sánchez lanzó a los partidos de la oposición y que, cada día, parece más un intento de distraer la atención y minimizar la responsabilidad de la gestión.

Construcción del relato

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, en el Congreso de los diputados
"Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, en el Congreso de los diputados"

En estos momentos se está intentando por parte del Gobierno construir un relato para que los ciudadanos perciban las frías y dolorosas cifras de infectados y fallecidos como algo deshumanizado, mera estadística; pero no solo eso, también se está pretendiendo hacer creer que se está con el Gobierno o contra él, sin medias tintas, sin posibilidad de discrepar. Aquí no solo hablamos de partidos políticos sino también de ciudadanos, al que disiente o al desertor se le señala con el dedo índice en actitud acusadora.

¿Desde cuándo la discrepancia constructiva -si la hubiera- es un constante intento de derribar al Gobierno? Esto es nuevo, es parte de la construcción del relato y lo que se está instalando, con gran pericia por parte de Moncloa, en el ideario colectivo. Vayamos más allá, ¿tiene sentido en el siglo XXI pensar tanto en lo nacional y tan poco en lo global? Lo dudo.

Soluciones internacionales

La situación que vivía España en 1977 y la que vive en 2020 no se parecen en nada, pero no solo por lo ya expuesto, sino también porque el escenario, las relaciones y las interconexiones han cambiado. España ya no es un país apestado, autárquico e incapaz de establecer acuerdos con otros países, sino que desde 1986 forma parte de la Unión Europea (antigua comunidad económica Europea) y eso lo cambia todo. Ese hecho, uno de los más importantes de las últimas décadas marca un camino diferente, camino que escapa al constante miramiento de ombligo y amplía el campo de mira. Lo vivimos hace no muchos años, con la Gran recesión desatada por la crisis financiera del año 2008, los estados no podían hacer frente en solitario a semejante situación, la respuesta tenía que ser comunitaria o, simplemente, no ser y esperar pacientemente el ocaso, ¿no hemos aprendido nada de aquella trágica experiencia?

Europa, la Unión Europea, es el foro en el que resolver problemas de esta magnitud, porque las respuestas nacionales son importantes, pero la respuesta global, comunitaria es decisiva, imprescindible. A lo mejor, en vez de la reedición de los Pactos de la Moncloa, lo que necesitamos es la reedición del Acuerdo de París, el Tratado de Lisboa u otros tantos; acuerdos globales y potentes frente a una crisis que desborda lo nacional y no entiende de delimitaciones geopolíticas.

¿Por qué nuestros políticos no apuntan más alto? ¿acaso prefieren el show nacional a las soluciones internacionales? ¿qué pretenden resolver echándose en cara viejas deslealtades y nuevas discrepancias? Todas estas preguntas tienen respuestas, y son las que usted está pensando en este mismo momento.

Llegados aquí, tan solo podemos deducir que Sánchez no quiere pactos sino distraer a la opinión pública y que, por su parte, los partidos de la oposición -a excepción de Ciudadanos, según estamos pudiendo ver-, han decidido jugar con la propuesta para ocultar su mediocridad ante estos tiempos recios. Nos tocará esperar para ver qué es lo que sale de tan ambiciosa propuesta, esperemos que no sea el preámbulo de una crisis política, pues tendríamos que añadirla a las demás. Yo, desde aquí, apuesto por lo que saldrá: la nada.

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