"El alcoholismo es una enfermedad que no se cura". Así de tajante se muestra Gala, miembro de Alcohólicos Anónimos, que ha relatado a Los Replicantes su nueva vida para dejar atrás aquella época de sombras: "Cada 24 horas me hago el propósito de no beber" relata.
Las reuniones de la asociación son un apoyo fundamental nuevas recaídas. Así lo comprobó Ana, que tras seis años de abstinencia volvió a beber: "Le di mucho poder al alcohol", reconoce. Desde que acudió a estas agrupaciones, "he dejado de sentirme sola, no he vuelto a probar ni una gota", afirma.
El alcoholismo es una enfermedad especialmente grave. Su capacidad de adicción y, sobre todo, de influir negativamente en todas las áreas de la vida, provoca que sus víctimas se vean abocadas a una vida con muchas carencias: "Ese jefe que te dice que no vuelves a faltar un lunes más", recuerda Pedro, que perdió su trabajo a causa de las duras secuelas que provocan las conocidas como 'resacas' en una persona que bebe grandes cantidades diarias de alcohol.
La mayoría de las individuos llegan al alcohol con el fin de encontrar con una especie de "muleta" con la que 'solucionar' algunos de los problemas con los que se enfrentan, generalmente, en una época especialmente temprana (la edad media se sitúa en los 13 años).
El problema generalmente se agrava, tal y como reconocen nuestros protagonistas, cuando se mezclan nuevas sustancias para aguantar un mayor consumo de bebidas. Por ello, debemos concienciarnos: "no podemos exigir que un enfermo actúe como una persona que no tiene esta enfermedad. Esto no es un 'quiero beber o no quiero beber', es una cuestión seria que hace que esa persona necesite ayuda", recuerda Pablo Llama de Proyecto Hombre.
Para conocer de primera mano las experiencias de personas que conviven con esta enfermedad crónica, os dejamos el siguiente reportaje. Son alcohólicos anónimos. No conocemos sus identidades porque así lo exige su organización. Esta es su vida: