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El vicio inconfesable de la infanta Elena en su juventud

La Duquesa de Lugo tuvo que recurrir a trucos para ocultar su placer secreto.

La realeza española tiene algo que nos engancha. Da igual que seas republicano o monárquico, los salseos de los Bornones han acabado por convertir a la familia real en una telenovela. Y oye, a quién no le gusta un buen culebrón. Los líos de faldas del rey emérito don Juan Carlas, la enemistad entre la reina Letizia y su suegra doña Sofía, las polémicas de Froilán, Urdangarín en la cárcel... Pura fantasía.

Cada miembro de la familia destaca por algo, pero hay una rama especialmente peculiar. La infanta Elena ha acaparado la atención mediática, desde pequeña siempe ha sido especial y ya de adulta se caracterizó por su eterna trenza. Su matrimonio con Jaime de Marichalar acabó convirtiéndose en el primer divorcio de la realeza española, dejando dos hijos que también prometen regalar bastantes titulares. Froilán se ha ganado por méritos propios ser el nieto más polémico de don Juan Carlos y doña Sofía, mientras que Victoria Federica comienza con sus primeros amoríos de acentos muy toreros.

Pero la Duquesa de Lugo, caracterizada por su carácter campechano heredado de su padre, también ha tenido una juventud, de la que guarda su afición a las compras y a las rebajas. Sin embargo, tuvo un pequeño vicio inconfesable que recuerda Carmen Duerto en La Razón: la teletienda.

El truco de la infanta

La infanta Elena en su juventud
"La infanta Elena en su juventud"

¿Quién no se ha quedao engachado a la teletienda por culpa de esos productos imposibles anunciados por personas hiperfelices que repiten ofertas y eslóganes una y otra vez? Pues este tipo de "vicios" no entiende de títulos y la infanta Elena cayó rendida durante su juvetud. Cuando aparecieron las televisiones privadas -la primogénita de los eméritos aún no había cumplido la treintena-, se enganchó hasta el punto de comprar todo lo que le gustaba, especialmente productos adelgazantes.

Debido a su posición, no podía identificarse como Elena de Borbón y Grecia para recibir los productos en La Zarzuela, por lo que le pidió el favorcillo a los hermanos Fuster, que permitieron que pusiera la dirección de la casa de su madre. Así, la hermana de por el entonces Príncipe de Asturias solo tenía que ir hasta allí para recoger sus compras.

Con este truco, la infanta Elena también evitaba que sus padres, los reyes Juan Carlos y Sofia, se enteraran de sus pedidos, aunque finalmente su afición por las compras de la teletienda acabó llegando a sus oídos.

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