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Política

Los retos a los que tendrá que hacer frente Pedro Sánchez y el nuevo Gobierno de coalición

Tras haber conseguido ser investido presidente, Pedro Sánchez tiene la tarea de dar un Gobierno estable a España que saque al país del bloqueo.

Los retos a los que tendrá que hacer frente Pedro Sánchez y el nuevo Gobierno de coalición

España, tras la moción de censura presentada por Pedro Sánchez para desalojar del poder a Mariano Rajoy, ha vivido un período de constantes turbulencias que ha comprometido seriamente la gobernabilidad del país y la credibilidad de sus instituciones democráticas.

Si las elecciones generales celebradas en abril de 2019 fue un ensayo para, pocos meses después, convocar otras, nunca lo sabremos; pero lo que sí se sobrentiende tras la segunda convocatoria electoral es que, en abril, los políticos entendieron que habíamos votado mal, por lo que enmendaron los resultados por la vía de la repetición. Es la extraña manía del político español, independientemente de su ideología, de alabar o criticar los resultados electorales según convenga o no a sus partidos. El concepto de democracia hace aguas en la vida interna de las organizaciones.

En abril se jugó a susto o muerte, pero en noviembre prefirieron no tentar más a la suerte o, lo que es lo mismo, no poner más a prueba la infinita paciencia del pueblo español. Lo que no consiguieron en cinco meses, esta vez tan solo costó dos días, en los cuarteles generales no hubo tiempo ni de digerir los resultados electorales, la aritmética parlamentaria posibilitaba un gobierno de izquierdas soportado por los votos regionalistas y nacionalistas, y así se intentó por parte de los antaño contrincantes, ahora socios de gobierno, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El pasado martes 7 de enero, con el roscón aún sin digerir, lo consiguieron por estrecho margen, 167 síes contra 165 noes. Por primera vez tras la reinstauración de la democracia, España tendrá un gobierno de coalición.

El acuerdo alcanzado por el PSOE y Unidas Podemos para conformar gobierno obtuvo el apoyo de PSOE (120 escaños), Unidas Podemos (35), PNV (6), Más País (2), Compromís (1), Nueva Canarias (1), Teruel Existe (1) y BNG (1); la necesaria abstención de ERC (13) y EH Bildu (5); y el voto en contra de PP (88), VOX (52), Ciudadanos (10), JxCat (8), UPN (2), CUP (2), PRC (1), Foro Asturias (1) y Coalición Canaria (1). El poco margen de maniobra que tenía Sánchez para salir elegido Presidente en segunda votación -cuando no es necesaria la mayoría absoluta sino la simple, más síes que noes-, desató los nervios de los que veían probable un "tamayazo", supuesto éste que ni por asomo sucedió. Bien es cierto que lo que se pudo ver, vivir y sentir tanto en el debate como en sus momentos previos y posteriores es la imagen de la peor política posible, la política de alcantarillas, juego sucio y lenguaje guerracivilista que no merece, ni por asomo, este país.

Diálogo y pacto

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias durante el debate de investidura
"Pedro Sánchez y Pablo Iglesias durante el debate de investidura"

Pedro Sánchez ha conseguido ser investido Presidente del Gobierno, pero ahora tendrá que tentar mucho el pulso para evitar ser envestido por los muchos enemigos que ha ido dejando por el camino y que, como todos sabemos, esperan con paciencia y ansias a la vez para ver pasar su "cadáver". Cuando anuncie la conformación del gobierno, éste tendrá la ímproba tarea de ser capaz de gobernar y legislar sin necesidad de abusar del Decreto-Ley, algo que no tendrá fácil y va a ser un auténtico suplicio, como ya se encargaron de recalcar machaconamente los distintos líderes de la oposición.

La tarea legislativa será la verdadera piedra en el zapato del gobierno de Sánchez, pues articular mayorías absolutas para aprobar, entre otras, la Ley de Presupuestos Generales del Estado, será, por intereses egoístas/partidistas, un trabajo de artesanía fraguado al calor de los gestores más dialogantes y estadistas que se imaginen. En lo que respecta al poder ejecutivo y debido al diseño constitucional que otorga notorios poderes al Presidente, Sánchez no tendrá excesivos problemas, salvo los inherentes a una coalición que limita, aunque no coarta, la libertad del partido hegemónico. Si este primer gobierno de coalición centra su mirada en sus homólogos europeos, podrá encontrar coaliciones bien compensadas en las que se diferencia perfectamente la acción de gobierno respecto a la actividad de sus partidos. Las coaliciones de gobierno, al menos en teoría, han de buscar el bien supremo de la Nación que gobiernan, evitando caer en partidismos y políticas frentistas.

Sánchez podrá gobernar, como mínimo, dos años con tranquilidad -al menos con toda la tranquilidad e insomnio que le provoque su socio y Vicepresidente- y articular mayorías para no morir por inacción legislativa. Eso sí, ha de saber que todo, de repente, puede estallar, por eso será ahora más importante que nunca la comunicación política y la pedagogía, ahí radicará buena parte de su éxito o fracaso.

Con este Gobierno, ni todo va a acabar mal ni todo se va a solucionar, porque más lejos de las extravagancias dialécticas de nuestros políticos, los márgenes y delimitaciones están perfectamente marcados en nuestro ordenamiento jurídico: un poder controla al otro, en un equilibrio que algunos llamarían de frenos y contrapesos. Lo más destacable que ha pasado estos días es la absoluta normalidad democrática con la que se ha celebrado el debate de investidura. Los claroscuros que vislumbran unos y otros nunca podrán empañar el mayor éxito colectivo que nosotros, la sociedad española, nos hemos dado: la libertad y la paz.

Demos 100 días al nuevo Gobierno y después ejérzase la labor ejecutiva y legislativa con toda la dureza, pero también con toda la responsabilidad inherente a la noble tarea que unos y otros tienen encomendada.

Con o sin diferencias, con la nariz tapada o sonrisa espléndida, este es el Presidente y, por ende, el Gobierno que la Cámara ha elegido de forma democrática y constitucional, por lo tanto, es el Gobierno de España. Ahora, tras los mítines con decibelios demasiados elevados, radicalismos exacerbados, crispación en máximos y sensatez en mínimos, ha de buscarse el diálogo, el pacto, el bien común, que no es otro que el respeto al contrato social que todos nos hemos dado.

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