La pandemia está minando la fe de los españoles y generando un auténtico problema de desafección en torno a la iglesia católica. El último barómetro del CIS recoge un notable trasvase entre quienes se declaran adeptos a la religión en alguna u otra medida y quienes se encuentran completamente alejados de la fe religiosa.
El estudio recoge cinco categorías: 'católico practicante', 'creyente de otra religión', 'agnóstico', 'indiferente o no creyente' o 'ateo'. El estudio señala que en los últimos meses se ha producido un notable trasvase de casi cinco puntos y medio entre el segundo de estos grupos y los tres últimos, mientras que el primero ha perdido más de uno y medio. Y siete puntos, en un país con 47,43 millones de habitantes empadronados, supone más de 3,3 millones de personas.
La pandemia, desde su comienzo el pasado mes de febrero, ha tenido un notable impacto en esta estadística. El porcentaje de católicos practicantes ha pasado del 20,4% al 18,8% de los encuestados y el de los no practicantes ha caído del 46,6% al 41%, en ambos casos, con altibajos, aunque siempre con una tendencia a situar su suma por debajo del 60% del total.
En ese mismo período, también con altibajos, mientras que los creyentes de otras religiones se mantenían relativamente estables por debajo del 3%, la suma de los ateos, agnósticos y los indiferentes ante las creencias religiosas se consolidaba por encima de la tercera parte de la población, con avances de entre dos y cuatro puntos en cada uno de esos segmentos y una tendencia alcista.
Con estos datos, la sociedad española avanza hacia un proceso de secularización que se lleva materializando en las encuestas que publica el CIS durante los últimos años, pero que parece haber encontrado un pequeño repunte durante la última crisis sanitaria.
Avance de la laicidad
El CIS recoge ese avance en la laicidad. Por ejemplo, en 1999 se declaraban católicos el 83,6% de los españoles, mientras que en 2019 lo hacían el 66,9%; un desplome de más de 16 puntos que se han triplicado desde el 11,9% del final del siglo XX.
Esto se suma al envejecimiento del clero y una auténtica dificultad, en muchos casos, por encontrar nuevos curas y religiosos, que en algunos casos ha llevado a poner en cuestión el futuro de algunos templos por falta de prelados para continuar con las liturgias.
La tasa de quienes no asisten a misas, sin embargo, sí ha descendido durante la pandemia. Desde el confinamiento ha caído en diez puntos a pesar de las restricciones de aforo, lo que implica que hay más personas interesadas en acudir a ceremonias religiosas: hay menos fieles, pero los que se mantienen, empiezan a mostrar un perfil algo más activo por la situación de excepcionalidad.
