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El caso de Bartolín, el concejal del PP que fingió ser secuestrado por ETA

Bartolomé Rubia, concejal del PP en La Carolina (Jaén), despertó una gran alarma social en mayo de 1998 al fingir su secuestro.

El caso de Bartolín, el concejal del PP que fingió ser secuestrado por ETA

Las denuncias falsas han existido toda la vida. Es un fraude de ley que el Código Penal recoge y castiga. Sin embargo, aunque se producen en todos los ámbitos, en algunos casos se utilizan estos casos particulares para desacreditar causas enteras o invalidar problemáticas sociales, como sucede con la violencia de género o con las agresiones homófobas tras el caso de la denuncia falsa del joven de Malasaña.

Dado que determinados grupos se han lanzado a instrumentalizar este caso puntual, algunos han querido recordar un caso especialmente rocambolesco que sucedió hace más de veinte años, en 1998, cuando Bartolomé Rubia, concejal del PP por aquel entonces, tuvo la brillante de idea de fingir su propio secuestro. Sí, exacto, como hizo el exnovio de Falete, aunque el conservador le puso más dramatismo incluyendo a ETA en su plan.

Bartolín, como era conocido el protagonista de esta historia, tenía 27 años y era concejal por el PP de La Carolina, una localidad de 15.000 habitantes de Jaén. No había pasado un año del triste secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco cuando, el 28 de mayo de 1998, Canal Sur y El Diario de Jaén recibieron una misteriosa llamada avisando que el concejal había sido secuestrado, lo que despertó una gran alarma social.

Al principio todas las sospechas recayeron sobre la banda terrorista ETA, por lo que la Policía Nacional activó el protocolo antiterrorista de inmediato. Su coche apareció junto a la estación de Linares, a 20 kilómetros de La Carolina. El vehículo fue exporado por los artificieros y se analizaron todas las huellas. Sin embargo, 12 horas después, Bartolín apareció por su propio pie entrando en una comisaría del municipio guipuzcuano de Irún.

Carlos Iturgaiz, entonces uno de los nombres con más peso en el PP vasco, señaló, como recoge El Español, que "ETA quería repetir la misma actuación que con Miguel Ángel Blanco". Después de que el concejal jienense apareciera sano y salvo, el dirigente declaró en una entrevista que "todavía estoy con la carne de gallina al pensar que nos podíamos encontrar con otra historia" añadiendo que aquel secuestro había sido "una demostración de que ETA sigue dura".

La presunta víctima relató que en su secuestro habían intervenido tres parejas. La primera, formada por un hombre y una mujer, le habría interceptado a punta de pistola a las puertas de su casa para llevarlo hasta la estación de Linares. Una vez montados en el tres, aseguró que le drogaron con una sustancia en un refresco y en el viaje hasta San Sebastián que incluyó un transbordo en la estación de Chamartín, en Madrid, lo acompañó otra pareja. Una vez en Donosti, fue entregado a una tercera que lo metió en una furgoneta. De esta furgoneta, apuntó, pudo escapar aprovechando una discusión de sus supuestos captores.

Todo fue una farsa

Su relato no tardó en hacer aguas y es que su secuestro no coincidía con la forma de actuar de ETA. Además, ninguna pieza encajaba. Cuando fue llevado al hospital para hacerle unos análisis y un reconocimiento médico no encontraron ningún rastro de sustancia alguna en su sangre. Por su fuera poco, se descubrió que la llamada a los medios locales avisando de su secuestro se había realizado desde su propio móvil.

Poco le duró la película a Bartolín. El 30 de mayo la Policía ya había concluido que todo había sido un montaje y el propio ministro del Interior de la época, Jaime Mayor Oreja, salió a reconocer que se trataba de una farsa orquestada por el concejal de su propio partido. Así, el 1 de junio el PP lo expulsó de sus filas.

Pese a todo, Bartolín se mantuvo firme en su versión de los hechos escudándose en que él nunca había asegurado que hubiese sido ETA. "El hombre gritó ¡hostias! Esa voz no se me olvidará en la vida. Y la chica decía ¡qué no, qué no, qué no es así!. Ahí sí que me empecé a poner nervioso y pensé: 'De aquí me quitan del medio. Entonces abrí la puerta y salí'", relató en el juicio, en el que fue condenado por simulación de secuestro y tuvo que pagar una multa 250.000 pesetas (1.623 euros). Desde entonces, se dedica a su profesión de camionero.

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