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El brote de Shanghái enseña dos lecciones: los autoritarismos no gestionaban mejor y la estrategia 'Covid cero' no era sostenible

China sufre los efectos de una vacuna poco eficaz frente al coronavirus y una política obsoleta frente a la pandemia.

El brote de Shanghái enseña dos lecciones: los autoritarismos no gestionaban mejor y la estrategia 'Covid cero' no era sostenible

Era uno de los debates que se planteó en el inicio de la pandemia en 2020, si los regímenes autoritarios podrían exhibirse como un paradigma en la gestión de la crisis sanitaria frente a las 'débiles' democracias de corte occidental. Dos años después, España anuncia el fin de las mascarillas en los interiores mientras que China, paradigma de dicho autoritarismo, vive confinamientos que remiten a la peor época de un coronavirus desbocado.

Shanghái, con 26 millones de habitantes, centro financiero de la gran potencia económica mundial, se ha convertido en el epicentro de uno de los mayores brotes del virus. La ciudad registró el pasado 5 de abril 13.000 casos de coronavirus, la cifra más alta de la actual oleada y la peor en los últimos dos años, según ha informado la agencia de noticias Xinhua.

¿Qué ha sucedido en Shanghái para que, en pleno 2022, se estén viviendo escenas más propias del año 2020? El régimen de Pekín parecía haber sido un referente en la lucha contra la pandemia, pero la situación actual demuestra que su estrategia ha fallado.

'Covid Cero', una estrategia sin sostenibilidad en el tiempo

La estrategia 'Covid Cero' se ha demostrado como una vía de combate al virus que no era extensible en el tiempo: finalmente no quedaba otra alternativa que convivir con el patógeno. Era lo que decía la propia lógica de la historia de la ciencia.

La mayoría de los países que apostaron por esta vía han abandonado esta estrategia. Se trata de una política basada en evitar cualquier tipo de circulación del virus, confinando barrios y localidades con tasas de contagios muy bajas ante el elevado riesgo de repunte.

Australia y Nueva Zelanda eran los principales países que habían apostado por esta vía. Durante el invierno boreal y con los peores efectos de la pandemia, ambos países oceánicos no dudaron en aprovechar su aislamiento geográfico para evitar cualquier circulación posible del virus y evitar el mayor número de muertes.

Sin embargo, la vacunación y la llegada de la variante ómicron cambiaron los planes, al considerar que esta nueva versión del virus era menos virulenta para las personas que habían recibido algunas de las inmunizaciones certificadas.

China, sin embargo, ha continuado apostando por la misma política aplicada en 2020. Su población sigue viviendo como si se encontrara en los peores momentos de la pandemia. En Shanghái incluso separan a los niños contagiados de sus padres.

El fracaso del modelo chino

El régimen chino apostó por implementar su propia vacuna a los ciudadanos. Se trata de Sinovac, un fármaco cuya eficacia es mucho menor que los homologados, por ejemplo, en la Unión Europea. Una investigación publicada en The Lancet demuestra que esta vacuna reduce su eficacia hasta el 40% a las veinte semanas, mientras que Pfizer mantiene la inmunización inicial en este periodo de tiempo. Pfizer se ha inoculado en España a casi el 75% de la población. Además, la vacuna china registró una muerte de casi el 3% en mayores de 80 años infectados frente al 1,5% de Pfizer, según un análisis preliminar realizado por el Centro de Protección de la Salud.

A pesar de contar con su propia vacuna, China tampoco ha vacunado lo suficiente a su propia población. Por ejemplo, solo la mitad de los chinos de 80 años han recibido la vacuna. Con una vacunación insuficiente, se corre el riesgo de que se disparen los casos en cuanto se flexibilicen las medidas.

Estos hechos se vinculan a la estrategia emprendida contra el coronavirus. Si se mantiene el marco de 'Covid Cero', la población no encuentra urgencia en muchas ocasiones para recibir la vacuna, puesto que no ve riesgos ni motivaciones. Europa, por ejemplo, intentó precisamente lo contrario con políticas como el denominado 'Pasaporte Covid', mientras que Estados Unidos apostó por los incentivos económicos.

Tampoco existe la suficiente inmunidad vacunal, sino que no hay una población suficientemente inmunizada de forma natural. Al no haber permitido una mínima circulación del virus, no se ha permitido que la población menos vulnerable haya podido desarrollar los anticuerpos necesarios para hacer frente a la enfermedad.

El resultado está siendo una población completamente hastiada contra la situación de las restricciones, que ya considera arcaicas y, en algunos casos, replanteándose hasta qué punto el régimen chino está actuando correctamente.

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