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Política

El PP tiene un grave problema: claves por las que apenas tiene calado en Cataluña

La formación conservadora no logra conectar con la sociedad catalana, por lo que su presencia en el Parlament es prácticamente residual.

El PP tiene un grave problema: claves por las que apenas tiene calado en Cataluña

El Partido Popular de Cataluña tiene un problema. Atrás quedaron los años en los que la formación conservadora sacaba 19 escaños con Alicia Sánchez Camacho o 17 con Alejo Vidal-Quadras e, incluso, era apoyo parlamentario del extinto CiU cuando no obtenía mayoría absoluta. Esto sucedió en 1995 y en 2010. En su cuartel general pensarán aquello que escribió con lapidaria tristeza y rotundidad el poeta, "cualquier tiempo pasado fue mejor".

El próximo domingo 14 de febrero los catalanes están llamados a las urnas para elegir un nuevo parlamento que, si atendemos a las encuestas, amenaza con tener una aritmética endiablada. Todo parece indicar que tres partidos, en empate técnico ahora mismo, se disputarán la victoria, pero hay algo que parece más claro todavía, en la futura fórmula de Gobierno solo hay un partido que tiene su pertenencia asegurada, ERC.

Sea como fuere, se presupone una nueva hecatombe para el Partido Popular catalán (PPC), incapaz de mejorar sus resultados desde hace una década y firme candidato a seguir siendo marginal en el Parlament. ¿Puede el PPC sacar más escaños que en las últimas elecciones autonómicas (4)? Sí, de hecho es muy probable que así sea, pero eso no es, en absoluto, un triunfo para los de Casado. Veamos las razones.

El PPC no encuentra su sitio

A su maltrecha situación se suma un partido por su derecha, VOX, que amenaza con quitar potenciales votantes a los conservadores; que, a diferencia de lo ocurrido hasta ahora, ya no juegan solos dentro de ese espectro y se dividen la porción del pastel entre nacionalistas o constitucionalistas. Si el PPC ya se resintió muy seriamente cuando Ciudadanos empezó a tener peso en Cataluña, esto, a medio plazo, puede suponer, de facto, su muerte política en Cataluña. Estamos ante una posibilidad muy cotizada, la del sorpasso de los de Abascal a los de Casado.

¿Por qué el Partido Popular catalán no encuentra su sitio? Necesitaríamos hacer un monográfico sobre un tema que da para muchas páginas, pero condensando hasta el extremo los motivos más trascendentales rápidamente se encuentran sus vaivenes ideológicos, su marginal representación municipal -amén de Badalona con el efecto García Albiol- y, por ende, su inexistente estructura orgánica territorial dentro de la Comunidad Autónoma.

El Partido Popular catalán jugó durante mucho tiempo con una desventaja notoria respecto a los demás partidos con representación en Cataluña, su estrategia política no dependía de lo que pasara en Cataluña sino en España, pues no es más que un aparato regional de un partido nacional. Eso sigue siendo así, pero ya no está solo, también entrará VOX y, aunque haya hecho el recorrido inverso, Ciudadanos. En no pocas ocasiones sus descalabros electorales respondían, en gran parte, a los pactos realizados en Madrid, pues ya sabemos que el Partido Popular ha pactado con asiduidad con CiU y demás partidos nacionalistas, no solo para sacar adelante leyes "menores" sino para presupuestos generales del Estado e, incluso, investidura (la de 1995 de José María Aznar pactada con el otrora líder indiscutible de Cataluña, Jordi Pujol).

Parlament de Catalunya
"Parlament de Catalunya"

El Partido Popular catalán, a excepción de los últimos años que, provocado por el procès, se mostraron firmes en su postura constitucionalista, ha pasado por distintos estadios buscando un posible acomodo entre votantes indecisos, pero nunca llegó. En un claro ejemplo de búsqueda desesperada de su identidad catalanista, incluso llegaron a hablar del "autonomismo diferencial", pero eso no sirvió para consolidar su posición en una región que, si vota a un partido conservador, lo hace por uno nacionalista (así sucedió durante muchos años con CiU).

Los liderazgos tampoco acompañaron a la organización autonómica del Partido Popular, pues siempre se ha visto como un puesto desagradable para el que lo ocupa y un "cambio de cromos" con la dirección nacional, siempre a cambio de algo, antes o después, por tamaño "sacrificio". Lo cierto es que su candidato Alejandro Fernández, tiene una dilatada experiencia en política, esencialmente en política catalana, incluso gobernando en su municipio con un partido nacionalista. Hemos de suponer, pues, que entiende y se maneja bien en las siempre movedizas arenas de los pactos postelectorales, pero eso, salvo vuelco o aparición mariana, no servirá esta vez.

El PPC no se parece a la sociedad catalana, eso es indiscutible, no ha sabido tomar bien el pulso a los ciudadanos, presentar una alternativa en la que se reconozcan los catalanes. No todos los catalanes son independentistas, es más, sabemos que, como mínimo la mitad de ellos no lo son, pero eso no quiere decir que no busquen un partido con fuerte carácter e identidad catalanista. El PPC no ha sabido hacerlo y, lo que es peor, no podrá hacerlo en el futuro.

Las elecciones del 14-F mostrarán con toda crudeza la realidad de un partido que se siente perdido, especialmente tras la proclamación de Salvador Illa como candidato del PSC y la irrupción de VOX en el panorama regional. Su campaña, a pesar del reclamo de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, está siendo pobre, con perfil bajo; ni tan siquiera los fichajes que han realizado de políticos de otros partidos han servido para despertar simpatías entre los catalanes. Es bien sabido que el transfuguismo difícilmente se premia en política. Probablemente queden últimos o penúltimos entre los partidos con representación parlamentaria, lo que volverá a poner blanco sobre negro que algo están haciendo mal, muy mal, y que su estrategia se ha visto superada por la realidad, mucho más compleja que la política de marketing y mítines. Eso sí, como siempre que se está ante un descalabro, crisis o derrota, tendrán un tiempo precioso para analizar lo sucedido, aprender y mejorar con el objetivo de presentarse ante los catalanes con un atractivo diferente. Hasta entonces, las migajas.

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