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No puedes hacer fotos en los museos, pero no por lo que tú crees

Deberíamos utilizar más nuestras cámaras y retratarnos con las obras que nos gustan como una manera de acercamiento y normalización del arte. Si Beyoncé puede hacerse selfies en el Louvre, ¿por qué no puedes hacerlo tú?

Hasta hace relativamente poco vivía con el miedo de ir a un museo, hacer una foto sin permiso y que alguna obra ardiera en combustión espontánea en cuestión de segundos. Aunque sería un buen tema para una exposición de arte posmoderno, lo cierto es que ningún Goya del Museo de Prado va a prenderse fuego por hacerle una foto para Instagram. Sin embargo, la creencia popular de que hacer fotos a algunas obras, incluso sin flash, daña la pieza de forma irreversible es una trola más gorda que La Gioconda de Botero. 

Entonces, ¿puedo hacer fotos o no?

En cualquier museo, lo habitual es que una parte de la exposición de los museos sí que es fotografiable. Sin embargo, la parte más famosa o importante de cualquier museo suele ser un área libre de cámaras. Incluso un lugar tan común como el pasillo principal del Museo del Prado no se puede fotografiar. Con permiso, claro. Y no se debe al desgaste de los muros, las razones de la prohibición responden principalmente a la venta de una reproducción tamaño postal a precio de sangre de unicornio intereses ecomómicos o derechos de autor. Si de verdad estuvieras poniendo en peligro la obra, no te darían un grito desde el otro extremo de la sala, te reducirían entre varios agentes de seguridad y te expulsarían del museo.

Bien, voy a hacer todas las fotos que quiera

Así que no. Por hacer una fotografía no vas a cometer un crimen artístico como el que destrozó La Piedad de Miguel Ángel a martillazos y la dejó hecho un Cristo. Eso sí, cuidado con el palo selfie, que con el despiste y el encuadre más de uno ya se ha llevado una obra por delante. Sin que sirva de manifiesto subversivo a favor de la liberación y democratización del arte en los museos, deberíamos utilizar más nuestras cámaras y retratarnos con las obras que nos gustan como una manera de acercamiento y normalización del arte. Si Beyoncé puede hacerse selfies en el Louvre, ¿por qué no puedes hacértelo tú delante de 'Las Meninas'? 

Beyoncé y Jay-Z te invitan a unirte al frente de liberación del arte expositivo
"Beyoncé y Jay-Z te invitan a unirte al frente de liberación del arte expositivo"

Lo que los museos no quieren que sepas sobre la prohibición

Pocos museos son claros a la hora de justificar la prohibición de tomar fotografías dentro de determinada sala o a una obra en concreto. Normalmente, una persona es la encargada de gritar que no se pueden hacer fotos o vídeos, o bien una advertencia con el símbolo de una cámara y un prohibido por encima nos hacen saber que no tenemos permiso. 

Lo cierto es que la prohibición de las fotografías se remonta al año 1980. En 1979, el Museo del Vaticano planteó una última restauración de los frescos de la Capilla Sixtina, cuando se dieron cuenta de que Miguel Ángel no utilizó la tonalidad oscura que se percibe en el techo y que ese color se debía a una capa de suciedad. Debajo de esa acumulación de polvo y desgaste se conservaba el color original, mucho más luminoso y brillante del que hasta ahora el mundo conocía desde su penúltima restauración en 1938.

Carlo Pietrangeli, el por entonces director del Laboratorio Vaticano para la Restauración de Pinturas, reunió a un equipo de restauración capitaneado por Colalucci, Maurizio Rossi y Piergiogio Bonetti y juntos proyectaron el plan para restaurar el techo de la Capilla Sixtina. Con todo sobre la mesa, lo único que necesitaban era una cuantiosa suma de dinero que no consiguieron por parte de las empresas e instituciones italianas. 

No había dinero para restaurar la Capilla Sixtina
"No había dinero para restaurar la Capilla Sixtina"

Fue la primera televisión de la historia de Japón, Nippon TV, la que ofreció cuatro millones de dólares para la restauración, que tardó un total de 20 años en finalizarse. A cambio, la cadena pedía los derechos en exclusiva de las fotografías y las grabaciones de la obra una vez restaurada. Es decir, que la prohibición solo se extendía a aquellos profesionales que utilizaran los frescos de la Capilla Sixtina con fines comerciales. Sin embargo, como no se podía distinguir al turista del fotógrafo profesional se optó por prohibir totalmente cualquier tipo de documentación no oficial de la obra.

De hecho, el acuerdo solo contemplaba la exclusividad de los derechos durante tres años desde la restauración de cada elemento. La restauración de la Capilla Sixtina sentó cátedra en los museos alrededor del mundo, que encontraron una nueva forma de financiarse a través de la vía privada: vendiendo los derechos de autor de artistas que estaban muertos desde hace siglos. Así, el inversor privado saldría ganando en buena parte al corresponderle un porcentaje de la venta de merchandising dentro del museo y el permiso para explotar de forma comercial la obra. Y así hasta el día de hoy.

Los museos, cada vez más permisivos

Cuando voy a un museo y han cedido mi obra favorita a una exposición temporal en otro país

Con todo esto no negamos que los museos puedan tener otra serie de motivaciones para prohibir las fotografías, como asegurarse que no se dispara ningún flash (cuya luz tiene una potencia que, efectivamente, puede llegar a dañar la pintura tras repetidas exposiciones) o asegurar un ambiente menos turístico en sus salas. Sin embargo, galerías como el MOMA o el MET de Nueva York cada vez permiten más las capturas.

Teniendo en cuenta que los museos ya han entrado al juego de subir fotos de obras a Internet y redes sociales y que controlar esta práctica es cada vez más complicado con los nuevos dispositivos, ¿por qué no favorecer que la gente se fotografíe junto a los cuadros y lo comparta en Internet, si esto va a expandir el interés por el arte? Esta es la reflexión que hacen en Art News, donde ven positivo que el arte se haga más 'social'. Para combatir el problema del copyright, museos como los citados están pidiendo permiso a los dueños de los derechos, a quienes se les asegura que el uso que se hará de esas fotografías no será nunca comercial. 

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