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Política

Pablo Casado, como pollo sin cabeza: ridículo en la campaña de Castilla y León

El líder del PP ha querido protagonizar la campaña electoral en Campaña y León provocando una caída de la formación en las encuestas.

Pablo Casado, como pollo sin cabeza: ridículo en la campaña de Castilla y León

En Génova 13 están de los nervios. A nadie se le escapa que el adelanto electoral de Castilla y León, cuya cita en las urnas tendrá lugar el 13 de febrero, respondía a los intereses de Pablo Casado y a la lectura en clave nacional del PP cuyas expectativas, por entonces, se dibujaban más que halagüeñas. Poco a tardado en romperse esa ilusión.

Conforme avanzaba la campaña, la situación ha ido dándose la vuelta, pasando de la euforia a la peor de las incertidumbres. El PP soñaba con convertir a su candidato, Alfonso Fernández Mañueco, en una suerte de Isabel Díaz Ayuso para asentar el cambio de tendencia política con el que poner sobre las cuerdas al Gobierno central. Nada más lejos de la realidad. El salamantino carece del carisma y el tirón que despierta la madrileña, realidad con la que han ido topándose en las últimas encuestas.

Las expectativas de gobernar en solitario han tenido que ir rebajándose. Mañueco no sabe si tendrá que gobernar con VOX o, incluso, si tan si quiere podrá seguir siendo presidente de la Junta de Castilla y León tras el 13F. El retroceso en las encuestas ha sido la tónica durante la campaña, pasando de rozar la mayoría absoluta a que dependan de los de Santiago Abascal. Incluso algunos sondeos dan opciones de gobernar al socialista Luis Tudanca.

¿A qué se debe esta situación que sitúa al PP al borde del abismo? Tiene nombre propio: Pablo Casado. El presidente del PP ha llevado a cabo una campaña errática, caótica y cargada de demagogia y teatrillos. Que haya sido el protagonista con Mañueco actuado de segundón en clave nacional, ha perjudicado enormemente.

Chuletón, vino y remolacha

El bulo generado en torno a las declaraciones de Alberto Garzón sirvieron como trampolín en la campaña llevada a cabo por el PP. Pablo Casado se paseó por granjas azuzando una polémica inexistente que desde la derecha quisieron exprimir al máximo. El líder conservador se empeñó en asegurar que tanto el Gobierno como el ministro de Consumo habían recomendado no comer carne y por tanto "cargarse" la ganadería.

Pronto se le volvió en contra cuando el debate empezó a desarrollarse en torno al a regulación de un sector, el de las grandes compañías cárnicas o macrogranjas, que amenaza y hace un daño enorme a la ganadería tradicional, la extensiva, la de toda la vida.

Como curiosidad protagonizado por Casado, este acudió a Ávila en un acto de campaña para asegurar que se sentía abulense solo porque había veranado allí. El ridículo saltó cuando acudió a un conocido restaurante de la ciudad donde pidió "un buen chuletón de Ávila". "Aquí solo trabajamos con ternera gallega", respondió el mesonero.

Y de la carne saltamos al vino. Pablo Casado arrancó la campaña con unas declaraciones que bien podría haber sacado de un monólogo de comedia. Durante su visita a una quesería y una explotación ganadera de León llegó a decir que "no hace mucho tiempo" se bebía vino porque "no había agua potable". Para rematar, también añadió que "se desayunaba sopa de ajo porque no se recomendaba beber agua sin cocer". El malestar en León fue evidente y desde el Ayuntamiento tuvieron que recordarle que cuentan con abastecimiento de agua desde el siglo XIX.

Siguiendo con el vino, endureció su discurso atacando al Gobierno a la desesperada: "Nosotros apoyamos el sector del vino. No estamos a favor de que el Gobierno de España lo demonice y diga que el vino es una droga o que ataque la agricultura y la llame esclavista".

Pero lo más hilarante no ha sido ni lo de la carne ni lo del vino, sino lo de la remolacha. "El campo de Palencia ha sido atacado. Ha sido atacada la remolacha. Yo he vivido cerca de Monzón de Campos. Los años tan difíciles que han vivido, como para que ahora vengan a decir que el azúcar es veneno", exclamó.

La absurdez de sus declaraciones, sin embargo, escondía una gran mentira. La iniciativa de cerrar esa azucarera de Monzón fue cosa del Gobierno de José María Aznar en 2002 por una normativa de la Unión Europea sobre el azúcar, lo que provocó el despido de 300 agricultores y 80 trabajadores. Ante las protestas, el Gobierno del PP prometió crear un polígono de micronegocios y una zona de reindustrialización. Aún están esperando que cumplan esta promesa.

Todo esto aderezado con clásicas proclamas sobre Venezuela y Cuba. Mención especial merece un dardo al Gobierno de Pedro Sánchez que da buena cuenta del nivel de Pablo Casado: "Ha pasado de la coalición Frankenstein a la coalición Drácula. A todo el que pacta le contagia. A todo el que muerde, acaba siendo un zombi como él".

La carta de ETA

La desesperación llega a tal punto, que apurando los últimos días de campaña el PP ha tenido que recurrir a su habitual argumentario sacando a relucir sus habituales críticas nacionales. Así, desde la formación conservadora ya grita sobre los acuerdos del Gobierno de Pedro Sánchez con ERC y EH Bildu y, cómo no, también han jugado la carta de ETA.

El propio Pablo Casado se ha referido a estos temas ante los medios de comunicación. "Vamos a votar para gobernar en solitario con las manos libres para que no haya pactos con Bildu y que aquí no mande ERC y no mande Podemos", ha entonado el líder del PP. Evidentemente, ni ERC ni EH Bildu se presentan a las elecciones autonómicas de Castilla y León. "Apostamos por otro modelo en el que no mandan los asesinos de ETA", apostilló Casado.

Pese a haber llevado un camino único durante la campaña, finalmente, viendo los malos resultados, Alfonso Fernández Mañueco ha optado por marcar distancia apostando por un mensaje más local. "El que se la juega el próximo domingo soy yo, no Pablo Casado", reconoció durante el segundo y último debate de campaña. La realidad es que es Pablo Casado el que se la juega.

Será interesante ver el resultado de las elecciones de Castilla y León. No cabe duda de que Pablo Casado llega absolutamente quemado, jugándose su credibilidad y su liderazgo en el propio partido si, finalmente, las urnas no le otorgan su confianza a Mañueco. Ayuso ya se frota las manos.

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