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Bullying, la lacra de nuestros colegios

El bullying ya no solo es cosa del recreo, sino que llega a los hogares debido a las nuevas tecnologías.

En el año 2004, Jokin Ceberio, un niño de catorce años, se suicidó en Guipúzcoa, en el País Vasco. Era tan solo un adolescente que no pudo soportar la presión a la que sus compañeros de clase le sometían y, sin ver otra salida u otra alternativa, optó por quitarse la vida. Jokin llevaba un año soportando el maltrato escolar, y pese a que sus padres lucharon lo indecible por tratar de parar la situación, se suicidó cuatro días antes de cumplir los quince años.

No fue el primer caso de acoso escolar en nuestro país y, por desgracia, tampoco ha sido el último. A principios de este año, un informe de la Fundación Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR) levantó todas las alarmas. Las llamadas por casos de maltrato dentro de las aulas aumentaron un setenta y cinco por ciento durante todo el año pasado; es más, esta cifra se ha cuadriplicado desde el 2009. Prácticamente la mitad de los casos que gestiona esta fundación están relacionados con niños de entre once y trece años, pero también se dan casos, incluso, entre niños de siete años. Es decir, recién entrados a la educación Primaria.

El acoso escolar continúa aumentando
"El acoso escolar continúa aumentando"

A principios de este año, un caso conmocionó a todo el país. Diego, de tan solo once años, saltó por la ventana de su cocina para acabar con su vida y, así, no tener que volver a ir al colegio. En una carta se despidió de todos sus familiares más cercanos, y les explicó que no podía soportar más la situación, y por eso había decidido hacer esto. El caso no se investigó en profundidad y, desde el colegio, se limitaron a decir que todo había sido normal.

Uno de los casos más recientes ha sido el de una niña que fue agredida por siete compañeros en el patio del recreo. La chica tenía tan solo ocho años, y recibió tales golpes que necesito ir al Hospital de Palma de Mallorca. Tras investigar, desde Educación lanzaron un informe diciendo que no se trataba en absoluto de un caso de acoso escolar, porque la niña "se encontraba integrada en el colegio". Poco tiene esto que ver con el testimonio de los padres, que quieren cambiar a su hija de colegio de forma inmediata.

¿Qué más hace falta para que el acoso pase a ser un tema de interés público?

Hay muchas campañas para acabar con el bullying pero, por los datos que se están recogiendo, parece que no están consiguiendo sus objetivos. El acoso escolar continúa siendo una lastra muy importante para nuestro sistema educativo; los casos continúan aumentando e, incluso, ahora la violencia psicológica está empeorando debido al uso de las nuevas tecnologías.

Cuando no existía WhatsApp, o Twitter, el acoso se quedaba en el colegio. Por supuesto, seguía siendo muy preocupante, puesto que ningún niño debería tener que sufrir esos malos tratos. Pero al menos podían refugiarse en sus hogares, encontrar allí un hueco libre de ese odio que en clase le estaban transmitiendo. Ahora esto ya no es posible; las redes sociales, y el anonimato que estas permiten, hacen que el acoso llegue incluso hasta lo más profundo de su intimidad, hasta sus dormitorios.

Save The Children ha realizado varios estudios sobre bullying, y uno de ellos distinguía entre acoso y ciberacoso. Según las cifras obtenidas, el ciberacoso se encuentra ya muy cerca de igualarse al acoso. Un 9'3% de niños españoles ha asegurado sufrir acoso, y un 6'9% ha afirmado que, efectivamente, sufren ciberacoso. Es decir, que en lugar de estar reduciéndose los casos de acoso escolar, estos están aumentando y expandiéndose.

Datos oficiales de Save The Children
"Datos oficiales de Save The Children"

Además, Save The Children también realizó una encuesta (de forma anónima) a todos aquellos niños que habían admitido haber agredido al menos una vez a algún compañero para saber por qué lo hacían. La mayoría, tanto de los que habían realizado acoso como de los que habían realizado ciberacoso, contestó que no sabía por qué lo había hecho; la otra respuesta más elegida fue "para gastarle una broma". Y quizás ahí resida el problema. Muchos creen que un mote, un empujón o un insulto es una broma. Creen que no están haciendo nada mal (o quieren creerlo, para así eximir su responsabilidad).

Aquí es donde debería entrar el profesorado, y ser mucho más partícipe de la situación. Diagnosticar un caso de bullying a tiempo, y saber cómo intervenir para que este pare, para que los niños comprendan que no es, ni mucho menos, una broma, es fundamental. No es una labor que deban realizar solo los profesores, sino que esta educación debería comenzar desde casa; deberían ser los padres los primeros que enseñaran a sus hijos que los insultos no son bromas, y que este tipo de situaciones puede acabar con una desgracia. Formar parte del grupo que abusa es muy fácil; sentirse parte de un colectivo da fuerzas. Lo difícil es encontrarse solo frente a una clase, sentirse excluido, menospreciado y vejado; ni siquiera nosotros, como adultos, podríamos sobrellevar una situación así sin secuelas, sin dolor. ¿Cómo dejamos que niños de apenas diez u once años se enfrenten diariamente a esto?

El bullying es una epidemia que continúa extendiéndose, ayudado ahora de las nuevas tecnologías. Es nuestro trabajo, el de todos, enseñar a los más pequeños por qué estas situaciones no se pueden tolerar. Porque al igual que los niños acosados tienen padres que los defienden contra viento y marea, los niños acosadores también los tienen. ¿Los defenderán con la misma fuerza? ¿Los justificarán? ¿Dirán que son cosas de niños? Y cuando un niño se suicide por los insultos de su hijo... ¿Qué harán?

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